Que los minutos de silencio ya no son lo que eran es más que evidente. Con frecuencia observamos en los estadios que los colegiados, encargados en última instancia de autorizarlos y de decretar tanto su inicio como su finalización, dejan los 60 segundos en apenas 45, 30 y a veces, ni eso. Pero considero que es una de tantas pruebas sobre la deshumanización a la que está sometido hoy por hoy el deporte de elite, con el balompié como principal y más mediático ejemplo.

Hay muchas ocasiones en las que autoridades que ni siquiera conocen la auténtica motivación de los minutos de silencio y que se localizan a cientos de kilómetros de distancia optan por desautorizarlos. Las justificaciones a veces son de lo más peregrino. Hasta pueden anteponer los intereses de la retransmisión televisiva en directo a los corazones que mueven las peticiones. Y eso da coraje, mucho coraje.

Hay muchas fórmulas para poder transmitir esa rabia. Las jugadoras del Rayo Vallecano y del Albacete nos dieron el año pasado la que considero mejor de todas, justo al inicio de un partido oficial de la Liga Iberdrola. La colegiada de la contienda, Inmaculada Prieto, seguro que a instancias de lo acordado lejos del estadio, impidió que se guardase un minuto de silencio para homenajear a una aficionada recién fallecida, prima pequeña de una de las futbolistas rayistas. La respuesta de las 22 jugadoras fue tan emocionante como ejemplarizante. Al señalarse el pitido inicial, el Rayo tocó el esférico como dicta el reglamento y automáticamente las dos escuadras hicieron el clásico círculo para detener durante un minuto el juego y forzar el homenaje.

Coraje y Corazón es el nombre de la primera peña del Málaga CF Femenino, fundada el pasado año justo con el regreso del equipo a la propia Liga Iberdrola. Ese fragmento del himno malaguista, lo de «poner en el partido coraje y corazón», también se debería aplicar de puertas adentro, en los distintos departamentos del club. Este fin de semana todos los compañeros gráficos de la ciudad, desde el más joven al más veterano, lloraron la repentina pérdida de la abonada más antigua del Málaga CF, Patricia Matez Adames.

Ellos mismos intentaron sin éxito desde el sábado al mediodía que las más altas instancias, al margen de quienes gobiernan la entidad desde fuera de España, autorizaran cualquier homenaje, por mínimo que fuese, durante el encuentro de ayer en La Rosaleda. Patri, socia número 3 (su padre es el número 2), ya no podrá volver a cantar en nuestra Bombonera, se decían. Tendrá que hacerlo su hijo, el que deja de solo un año de edad. Ella misma había heredado de sus antepasados esa pasión desde la cuna por los colores blanquiazules. Pero ni haber sumado más de tres décadas en las gradas le valió para recibir un gesto que, si finalmente llega, vendrá tarde. Demasiado tarde.

Los minutos de silencio ya no son lo que eran. Quizás nosotros también dejamos ya hace tiempo de ser lo que fuimos. Nos deshumanizamos paso a paso y hasta dejamos de hacer lo que hicimos a lo largo de miles de años. Despedir a nuestros antepasados.