El periodista, dramaturgo, escritor y filósofo Albert Camus presenció ayer expectante la reconfiguración del tráfico con la restitución de su glorieta comentándome: «Sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que en algo tiene sentido». Él me dejó entrever la inexistencia de un propósito detrás de la realidad, a pesar de que ésta puede organizarse en ocasiones de manera probable. Insiste que el ser humano -el malagueño- busca dotar sentido a su vida. Por qué estamos aquí y cuál es la finalidad de lo que nos rodea son cuestiones que todos nos planteamos en algunas ocasiones, sobre todo en cuanto los sempiternos trabajos del suburbano.

Con respecto al sentido, la movilidad y a los interrogantes que durante más de una década los pobladores de esta ciudad hemos expresado con motivo de las interminables obras del metro, el tráfico comenzó a restablecer su presunta normalidad en las vías neurálgicas de la capital. El lunes, se abrió el paso, no sin cierta incertidumbre, desde el Soho hacia la Alameda de Colón dirección sur y la confluencia entre la avenida de Andalucía y Armengual de la Mota y calle San Lorenzo. Ayer, después de una resignación épica que ha convertido a los vecinos del Perchel en gente aún más virtuosa, se producía la apertura más anhelada: la rotonda de Albert Camus, la cual devolverá la circulación derivada de Callejones del Perchel y la avenida de la Aurora y se pueda transcurrir hacia el norte cruzando la avenida de Andalucía, convergiendo en Armengual de la Mota con Hilera, además de la reinauguración del pasillo de Santo Domingo.

Concluyo la conversación con Camus, quien me advierte de que uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen: los residentes de este entorno y los habitantes de esta urbe convertidos en héroes de la paciencia.