Denunciaba el otro día un periódico nacional la existencia de una publicación mensual publicada en Bruselas y que "bajo la bandera de la UE" se dedica a difundir "noticias tergiversadas o falsas para generar confusión y desestabilizar a Europa".

Era una noticia de su corresponsal en la capital comunitaria, que citaba como fuente un "departamento de vigilancia de la desinformación de la Comisión Europea" dedicado exclusivamente a rastrear "los bulos" propagados desde Moscú, al parecer la única fábrica de bulos del mundo.

Informaba el mismo día otro medio, esta vez de EEUU, de la existencia de "unidad de elite" enmarcada en el sistema de inteligencia de Rusia y especializado también en "sembrar cizaña" en Europa.

Incluso daba el nombre de esa misteriosa unidad, "Unit 29155", que lleva operando supuestamente una década aunque los servicios de inteligencia occidentales no parecen "tener claro cuándo actúa" y "cuándo va a dar su próximo golpe".

Hablaba el periódico norteamericano de "una campaña de desestabilización en Moldavia", de un intento de "envenenamiento" de un traficante de armas en Bulgaria y de un intento frustrado de golpe de Estado en Montenegro.

Los funcionarios de la Unidad 29155, aseguraba, son veteranos de algunos de los "más sangrientos conflictos rusos, incluidos los de Afganistán, Chechenia y Ucrania" y sus "operaciones son tan secretas que es posible que las desconozca incluso otros agentes del G.R.U. (el Departamento Central de Inteligencia ruso).

Se citaba como fuentes a jefes del espionaje occidentales, como el director del M16 británico, ex funcionarios del G.R.U. se supone que pasados al otro lado, así como agentes que naturalmente hablaban con la condición de que se mantuviese su anonimato.

Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ganó las elecciones estadounidenses frente a la demócrata Hillary Clinton, no pasa un día sin que la cadena CNN denuncie las injerencias del Kremlin en los procesos electorales de todos los países.

Es un continuo martilleo por parte de una emisora cuyas informaciones se siguen continuamente y casi al pie de la letra en las redacciones de medio mundo y que marca por tanto la agenda informativa global.

Cuando quien firma este artículo dirigía la delegación de la agencia EFE en Washington- eran tiempos de George H.W. Bush-, nuestro director de internacional nos llamaba continuamente para reclamarnos con la máxima urgencia las noticias que estaban viendo en el mismo momento por la CNN en Madrid.

Harto de tener que dar siempre la versión "oficial" de los hechos, es decir la de "fuentes norteamericanas", a uno se le ocurría llamar de vez en cuando a alguien como el conocido lingüista y activista Noam Chomsky, a quien por cierto rara vez citaban los medios de aquel país, para que pusiese su contrapunto crítico.

Parece, a la vista de lo que uno lee o escucha diariamente, que no hubiéramos superado la guerra fría: Rusia sigue siendo nuestro gran enemigo, y no parece haber más desinformación que la que se genera allí. Lo que no se ajusta a la versión que interesa a Washington se descalifica inmediatamente en EEUU y luego en el resto del mundo como simple "argumentario del Kremlin".

La pregunta obligada para cualquier periodista mínimamente crítico es si sólo son fiables las informaciones que salen de EEUU. ¿Únicamente Rusia se inmiscuye en procesos electorales ajenos? ¿Acaso Washington no ha tenido nunca nada que ver, por ejemplo, con las llamadas "revoluciones de colores": las de Georgia o Ucrania? Una cierta dosis de escepticismo es siempre saludable.