Llovía ayer en la ciudad con una desgana considerable. A media mañana las nubes se habían enseñoreado y yo contemplaba esas nubes desde un cafetín donde un buen amigo me estaba dando una impagable conversación. Era tan impagable que no tuve más remedio que pagar yo el café. Fue un café bien invertido. Mi amigo no dejó en todo el rato de recomendarme 'El irlandés', la película de Scorsese con Robert de Niro y Al Pacino. Yo no estaba muy ágil de mente y le recomendé 'Rey gitano', españolada de Bajo Ulloa que ya ha visto todo el mundo que la ha visto (yo anoche) y en la que Manquiña y Karra Elejalde están magníficos. Todo es disparatado y la película resulta un pelín fallida pero la mar de entretenida. No sé por qué se dice la mar de entretenida y no el río de entretenida. Está claro que yo no estaba a la altura de la conversación, recomendando tal cinta frente a la que a mí me recomendaban. Así de deficitarias son a veces las conversaciones o la amistad. Es como en los intercambios comerciales, que siempre uno pierde, si no no habría beneficio ni capitalismo ni nada. Decidí por eso doblar la recompensa y premiar a mi interlocutor (que colecciona frases de veterinarios, pero eso lo dejo para otra columna), incitándolo a consumir un bollo de crema muy jugoso que exhibía la vitrina de cristal azulado, que yo no sé para qué la azulan. No hay quien vea la ensaladilla rusa. O se ve azul. Mala cosa, mal aspecto. No hubo bollo, mi amigo está a régimen yo calculo que desde la presidencia de Alcalá Zamora. A lo mejor es porque está todo el día en el cine.

¿Será además, mi amigo, palomitero? Así que salimos, nos dimos un abrazo, no nos dijimos eso de a ver si nos vemos porque nosotros sí nos vemos y busqué la cartelera en el móvil para consultar donde podría ver 'El irlandés'. Así, por que sí, en un día laborable a mitad de la mañana, lloviendo y con un montón de asuntos por despachar. Y entre otros asuntos el nada despreciable de no tener paraguas. Bufanda sí. La compré el lunes. Pedí una de agobiado oficinista pero me la dieron de poeta maldito, así que aprieta un poco y me da como hambre pero es entrar a un café y encontrar un amigo. Taxis no había. Sesión a esa hora, tampoco. Miré las nubes, recordé unos versos, envié un whatsapp de amor y reclamado por la imperiosa necesidad de atender lo urgente, volví a entrar en el café. Y pedí uno doble.