Málaga es buen soporte para la cultura. Para la cultura en origen. Aquella que no cuenta con la cola de turistas a la entrada de un museo. La cultura primigenia, la que patea las calles de madrugada para encontrar la Málaga desnuda, desprovista de maquillaje. La que sobrevive en precario sobre los muros de Lagunillas o regala poemas escritos en una servilleta. Málaga dispone de artistas sin monumentos, que nacieron en alguna casa en cuya fachada no han colgado aún una placa que lo anuncie, ni luce busto alguno frente al portal.

Son esos escritores, pintores, fotógrafos, cantantes, actores o escultores que no firman autógrafos a los desconocidos, que malviven de alguna chapuza mientras se empeñan en derrochar su creatividad sobre su propia precariedad. Pero están ahí, entreverados entre tanta luminotecnia cultural que deslumbra a esta ciudad. Tan sólo hay que encontrarlos, igual que se separa el talento de lo viciado.

En el océano cultural de esta ciudad hay una isla que no está perdida para los avezados navegantes, para aquellos que se salen de las rutas comerciales, que buscan riquezas allá donde el horizonte empieza a ser desconocido. Una isla recién descubierta para este tripulante de iceberg, que atracó en ella hace apenas unos días, y al adentrarme más allá de la costa, supe que había llegado a un lugar del que solo hablan los auténticos bucaneros del libro. Un lugar que desconocen aún los mapas convencionales y que, a la vista de sus estanterías, está repleto de tesoros. la Isla Negra, preciosa y coqueta librería forrada de literatura antigua, se divisa en el número 15 de la calle Álamos.

El pasado viernes encontré en allí a Mónica López, una de esas artistas sin pedestal, historiadora del arte y escritora malagueña. Robinson en el arte de los naufragios. Viajera infatigable y descubridora de ciudades invisibles. Una autora con capacidad para enfocar las poblaciones que visita con el filtro del extrañamiento cotidiano, que sabe separar lo insólito del tópico, que desvela luces en los callejones. Mónica López nos presentó su libro "Málaga, cuaderno de viaje". Un manejable baúl donde guarda todo el equipaje de sus paseos por nuestra ciudad. Ilustrado por Rafael Comino Matas, quien ha logrado plasmar las visiones literarias de su autora a dos colores: Mar y tierra, componentes básicos de nuestro paisaje.

Este cuaderno de viaje, nos descubre una Málaga a veces oculta y otras veces ocultada. Aquellos aspectos de la ciudad que se han tatuado en la piel de sus residentes y es que, como nos recuerda su autora, Málaga «habita en mí como lo ha hecho siempre, aunque no lo supiera». La geografía de las ciudades se confunde con la de sus habitantes, y tanto se puede visitar Málaga paseando por el paseo marítimo, como charlando en una de sus cafeterías. Este pequeño cuaderno desenterrado en la Isla Negra, contiene innumerables nombres de personas que quedaron ancladas en el paraíso de Aleixandre, las que nacieron en él y aquellos que arribaron a sus costas. Málaga «recibe y acoge». La Málaga que nos presenta Mónica López tiene más que ver con las huellas de sus vecinos que con las piedras que cimentan sus monumentos.

Ha resultado interesante abandonar las rutas conocidas para redescubrir Málaga. Rechazar los viciados mapas. Desviarse del tránsito aprendido. Son esos momentos en los que uno es viajero en su propia capital para sorprenderse con miradas oblicuas que derriban la rutina. Solo así, lo invisible de la ciudad se materializa en una inmejorable oportunidad para el asombro.