España conoció anteayer a dos de sus tres rivales para la primera fase de la Eurocopa que disputará con Luis Enrique en el banquillo. Esta vez el relevo (afortunadamente) no ha sido tan precipitadísimo como en el Mundial de Rusia. Con las ascuas aún calientes tras las ruedas de prensa del asturiano y del hasta septiembre amigo y estrecho colaborador suyo, Robert Moreno, toca al menos alegrarse por la suerte que deparó el bombo.

Suecia y Polonia no parecen de los peores rivales. Esa es la teoría. Que en la práctica ya vimos hace dos años. Hasta un por entonces imberbe y errático En-Nesyri cogió y nos hizo un roto en el histórico derbi mundialista del Estrecho. Fue la antesala a unos octavos en los que la anfitriona vengó cuentas antiguas en la tanda de penaltis.

En junio no habrá país anfitrión. Porque la UEFA ha ideado este galimatías de la docena de sedes diferentes. Para España, toda la primera fase se disputará en San Mamés. Y sí habrá VAR, como aprobó el organismo europeo hace poco más de dos meses. Qué hubiese sido del videoarbitraje en la historia del combinado español. Seguro que a la estrella conquistada en Sudáfrica y esos tres títulos europeos habría que añadirle algún que otro éxito planetario.

Puestos a rearbitrar «pifiazos» contra la selección nacional, el capítulo más recordado de todos es aquel que precisamente protagonizó Luis Enrique. Cuartos de final del Mundial de Estados Unidos, el 9 de julio de 1994. Corría el minuto 93 e Italia vencía por 1-2. El árbitro húngaro Sándor Puhl no vio o no quiso ver como pena máxima un codazo del azzurro Mauro Tassotti que le rompía el tabique nasal al actual técnico de La Roja. Su rostro ensangrentado acapararía portadas y noticieros, testigo de la injusticia de una agresión sin castigo. No sirvieron ante el colegiado ni los gestos del propio agredido ante la mirada de Fernando Hierro, protagonista justo ocho años más tarde de otra inolvidable instantánea.

En la retina queda también otro atraco a las puertas de unas semis, con la impotencia de aquel gesto del internacional veleño ante un impasible colegiado egipcio Gamal al Ghandour. Corea del Sur apeaba esa vez a España en los penaltis, el 22 de junio de 2002, con una prórroga repleta de errores que beneficiaban a la anfitriona. El VAR bien calibrado no hubiese anulado el gol a Morientes, ni hubiese dado pie a los fueras de juego inexistentes. Pronto estos instantes pasarán a la historia de otro fútbol, como serán recuerdos de otra era los partidos sin revisiones estériles de hasta seis minutos.

Ayer, acerca del perpetuo favoritismo de La Roja, habló el seleccionador español en aquel episodio de Tassotti, Javier Clemente. Entrevistado por el israelí Sports Walla, echó más leña al fuego acerca de la gestión de Luis Rubiales: «La incertidumbre viene no de los seleccionadores, sino de las decisiones de la presidencia de la Federación». A reglón seguido catalogó a Luis Enrique de «personaje con fuerte personalidad y adecuado para guiar a los jóvenes»; y así definió a Robert Moreno: «No era futbolista ni entrenador. Es uno que ha aprendido mucho fútbol y Luis le dio una oportunidad».