Miedosos vs valientes

La sobreprotección en los niños les genera baja autoestima. Si se hacen las cosas por ellos o no se les deja que se equivoquen y se frustren, no irán encontrando posibles soluciones y reacciones frente a la vida. Como familia es importante trabajar la valentía a través de la libertad, confiando en ellos y otorgando confianza.

La libertad es algo que un niño debe ganarse a través del cumplimiento de las normas y el respeto por su alrededor. El cumplimiento de normas y responsabilidades generan responsabilidad individual y seguridad, y el respeto por su alrededor lo hace empático y sensible.

Proteger a los niños en exceso los hace ser más inseguros, dependientes y menos autónomos a la hora de resolver sus propios problemas. Las normas, los retos, las discusiones familiares y el esfuerzo que supone ser ejemplo como adultos y ser constantes como educadores, es para valientes.

Controladores vs Confiados

Las familias que desean controlar absolutamente todo, olvidando la palabra intimidad, se entrometen demasiado en las vidas de sus hijos (quizás también en la de sus parejas) despertando inseguridades, celos, envidia e injusticias.

Es cierto que la confianza se debe ir ganando, al igual que la libertad, pero todo es un proceso y desde el principio se debe dar derecho a la intimidad dentro de casa. No se puede pedir confianza a cambio de control, ya que de esta manera los niños perderán no solo confianza, sino respeto y seguridad por parte de su familia.

Debemos confiar en los más jóvenes, darles el derecho a equivocarse, no ponerlos a prueba bajo presión, aceptando que deben superar miedos, tentaciones y deben ir conociéndose a ellos mismos. De esta manera, podremos guiarlos, ayudarlos, ser un ejemplo para ellos y solo así, podremos influir y generar aprendizaje. Para ser valientes, se necesitan superar miedos, asumir riesgos y tomar decisiones.

Perfeccionistas vs Exigentes

Las familias perfeccionistas nunca se sienten orgullosas de los demás, buscando siempre el máximo y sin entender que en ocasiones, también es importante el proceso y no el resultado.

Esa falta de orgullo y satisfacción hacia todo genera desmotivación, desconfianza y poco cariño. Los abrazos, el acompañamiento cuando las cosas no salen como esperamos, el resolver problemas en familia, el perdón y la valentía para contar un problema es fundamental en el núcleo familiar.

En el caso de familias muy perfeccionistas es normal que se descubran secretos y mentiras, por miedo o vergüenza. La obsesión por la excelencia es sinónimo de desestructuración familiar. La exigencia en el ámbito educativo no está relacionada con el perfeccionismo ni con la obligación. Exigir un esfuerzo a través del ejemplo y la superación, establecer normas dentro y fuera de casa las cuales todos deben cumplir, provocar motivación, ilusión y compromiso hacia actividades deportivas y aceptar los descuidos, los errores, la incapacidad o la inmadurez.

No hay nada mejor que la crisis para mejorar, los errores para aprender y la dificultad para conocerse. Una educación de calidad necesita del error y del crecimiento emocional para desarrollarse.