Lunes. Veo Parásitos. No me convenció. Sí, sí, la he entendido. Está bien, entretenida, original a medias (El sirviente). Coreana pero no exótica. La cosa degenera en tarantinada. Sangre. Hollywood premia/descubre la lucha de clases.

Martes. Almuerzo de trabajo en un restaurante céntrico y emblemático. La conversación va sobre política. Hace un día tan primaveral que da cosilla no ser feliz. Sushi. De pronto observo que del reservado salen personas que conozco. Veo a Alfredo Taján, que es dandy, escritor y amigo. Nos saludamos y comentamos brevemente la edición de los poemas de Pérez Estrada. Estoy deseando catarlos. Son más de mil páginas, me advierte Taján. Luego entreveo a Juvenal Soto. Siempre que lo tengo cerca recuerdo aquellos breves artículos certeros, acerados, ingeniosos y brillantes que escribía en Diario 16 Málaga. Muchas veces se llegaba a la redacción de calle Faro o a la de Compositor Lehmberg a escribirlos. Yo lo observaba pensar con admiración. Debería editarlos en un libro. Parece que están comiendo y deliberando. Jurados de un premio. En ese almuerzo del reservado está también Luis Merino, abogado que fuera alcalde de Málaga. Merino fue muy amigo de mi señor padre. La última vez que se vieron, año 2013, poco antes de la muerte de mi progenitor, fue en la cafetería Lepanto. De aquella cita salió un artículo de Luis Merino, una colaboración, para el libro 'La aventura del Sol. La Transición en Málaga a través del diario Sol de España' (Cedma, Diputación de Málaga, 2015), libro dedicado a ese diario y en el que también colaboraron con testimonios Moreno Brenes, De la Torre, Luis Infante, Juan de Dios Mellado, etc. Camino hacia el periódico por un atestado centro. Una buena ciudad para vivir es aquella en la que los poetas comen en buenos restaurantes. Para espantar un pensamiento cenizo me dedico a mirar a la gente y a tratar de adivinar su nacionalidad. Cuando llevo seis alemanes, tres madrileños, cuatro ingleses y una pareja de asiáticos desisto de tal empeño. Por muy mal que se dé el resto del día, ya ha comido uno gratis.

Miércoles. Coincido en el plató de Canal Sur con los 'Amigos de Gines', que han venido a cantar el himno de Andalucía. Están mayores pero no viejos. Me emociona el himno. Tanto, que me susurro a mí mismo: tú no eres de patrias, himnos ni fronteras. No te pongas tonto. Andaluces levantaos. Al terminar la actuación (ellos la suya y yo la mía), uno de los guitarristas se viene para mí ceremonioso (me ha confundido con un jefe) y me dice: llámanos cuando quieras, estamos a un tiro de piedra y venimos otra vez. Pedid tierra y libertad. El taxista que me devuelve a casa me cuenta que tiene olivos. No sé por qué no me he hecho un selfie con ellos. Se me van las mejores. Tanto postureo.

Jueves. No sé si escribir un editorial o comerme un bollo. Insisto en la lectura de 'El infinito en un junco' y aprendo cómo se fabricaban los pergaminos. Ojeo y hojeo un libro de Lluis Bassat, nuevo, mago de la publicidad, que va sobre técnicas comunicativas y de persuasión, sobre cómo hablar en público. No encuentro ningún libro sobre cómo hablar para uno mismo, tal vez el público más complicado. A los demás se le puede engañar.

Viernes. Se emite una entrevista que el gran Paco Reyero (no se pierdan su libro sobre Sinatra) me ha hecho para su programa de radio 'El flexo'. Está colgada en las redes. Ha sido la entrevista más original que me han hecho. La ha trufado de aforismos contenidos en mi primer libro, 'Dolor de rareza'. Se me hace raro oír mis idas de olla en boca de otros. Los aforismos son muy desagradecidos. Los pares, les das de comer, los agrandas y publicitas, les solucionas la vida metiéndolos en un libro pero luego se van con cualquiera. Los adopta cualquiera, los hace suyos. Urgen pruebas de paternidad para los aforismos. O al menos, custodia compartida.

Sábado. No sé cómo definir el placer de no coger el teléfono. Córdoba lejana y sola /aceitunas en mi alforja. La copa de manzanilla tiene la temperatura perfecta. Me gustaría vivir una temporada en un hotel como este. Hoy hay almejas finas al Moriles en el 'Caballo rojo'.