El colegiado Antonio Mateu Lahoz volvió a ser ayer protagonista. Aquel niño que jugaba con ser futbolista y que una inoportuna lesión lo llevó a iniciar su carrera como árbitro con apenas 14 años fue designado por el malagueño Antonio Jesús López Nieto y su colega Velasco Carballo para dirigir por segunda vez un clásico entre el Real Madrid y el Barcelona (el anterior se remontaba a la temporada 2014/2015 y venció el equipo catalán por 2-1). Cuando algunos espectadores aún no se habían acomodado en las gradas ya había enseñado tres amarillas.

Mateu es único e intrasferible por muchos motivos. En el fondo, como él mismo nos reconocía a un grupo de periodistas deportivos durante un congreso nacional celebrado en la localidad alicantina de La Nucía, haber ejercido de jugador te acerca mucho a las propias sensaciones de cada uno de los futbolistas que te acompañan sobre el terreno de juego. Claro que esa cercanía, esa manera tan peculiar de adentrarte físicamente en la jugada no es del gusto de todos los profesionales del balompié.

Sonado fue aquel comentario de Andrés Iniesta, pidiéndole que se apartara porque impedía la normal circulación del esférico. O aquella ocasión en la que le preguntó por sus hijos al mismísimo Piqué (quizás anoche volvió a ocurrir). Mucho más cerca tenemos el ejemplo de uno de los grandes capitanes malaguistas de las últimas décadas, el «mariscal» Weligton: «¿Has abierto ya el restaurante?», le preguntó al brasileño.

Mateu Lahoz, tan mediático que ha llegado a sentarse en «El Hormiguero» frente a su paisano Pablo Motos, nos expresó en ese congreso por tierras levantinas, donde tuvimos la suerte de poder preguntarle de todo, que es un gran consumidor de la prensa diaria. Considera que para mostrar una cartulina amarilla es básico saber si el futbolista salta al terreno con una mayor o presión.

No le falta razón, todo hay que decirlo. A Antoñito esa incertidumbre anterior al choque de hace dos domingos en La Rosaleda, ante su luego consumado traspaso al Granada CF, lo obligó a pedirle a última hora al técnico Sergio Pellicer que lo dejase fuera de la convocatoria (cuando apuntaba a titular). Pero hay que reconocer que en medio de la tensión de un choque, no es lógico que el encargado de impartir justicia le pregunte a un jugador si tiene ya a punto el bar.

Weligton en aquel momento hizo pública la pregunta. Y aseguró en una entrevista que si un día el propio Mateu Lahoz «entraba en La Grada, se le atendería de la mejor manera posible». Imaginen, por ejemplo, a un suspiro de que un juez dicte sentencia a un condenado, que le formule la siguiente pregunta: «Por cierto, ¿es verdad que en su chiringuito sirven unos espetos estupendos?». Hay cuestiones que, según el escenario, pueden o no espetarse.

Pero en defensa del bueno de Antonio es de justicia reconocer que, por mucho interés que puedan despertar en él las licencias de apertura de bares (la España vaciada se queda sin ellos a un ritmo de 2.400 por año), es el colegiado al que menos se le cita en el VAR. Es por lo tanto, el que más acierta.