Son las 19.00 horas y, como un acto reflejo, no paro de controlar mi reloj. Y esto a sabiendas de que es imposible perderme el momento porque mis vecinos me va a avisar. Yo me siento un privilegiado por muchas cosas que he vivido y vivo. En este caso la experiencia diaria que vivimos todos a las 20.00 horas será preciosa en cualquier sitio. Pero en nuestro caso es especial.

Nuestros vecinos son unos impacientes y a las 19.57 ya están en sus terrazas rompiéndose las manos a aplaudir. Cuando sales los ves a todos. Los que tienen niños adornan sus terrazas con dibujos de arcoíris. No falta nadie. Y es que aquí, como os digo, el momento es diferente a otros sitios, es otro privilegio de los que puedo presumir. Es especial porque a nuestra derecha vemos la puerta de entrada a las urgencias del Hospital Quirón. Y allí, en la puerta, están ellos, esos héroes anónimos que no cuentan las horas que curran, ni si las medidas de protección que les ofrecen son las idóneas o no. Ni siquiera piensan en su exposición al puto virus este.

En la puerta también se concentran coches de policía local. Ellos se bajan de sus coches dejando encendidas las luces de sus sirenas, para acompañarnos en ese aplauso largo y sincero que no sale de las manos sino del corazón, en ese homenaje diario a nuestros héroes, todo ello amenizado por nuestro vecino dj (aquí también tenemos uno) que pone banda sonora al momento con el «Resistiré» del Dúo Dinámico.

Nuestro momento es más especial todavía, porque junto a la puerta de urgencias del Quirón vemos la puerta del Mercadona ya cerrado a esta hora. Mientras aplaudes sin descanso, es imposible controlar tu mirada que se marcha por un instante a la puerta del Mercadona. En ese momento pasan por tu mente esos trabajadores que ves a diario, que no conoces sus nombres, pero a los que también tenemos mucho que agradecer en estos días.

Es entonces cuando m acuerdo de Kiko, Luis Conde, Nico Ciano, Miguel Verdejo, Dani Pérez, Miguel Verdejo... De mis primos Estefanía, Pedro y Juan. También de Mario, que no ha aprobado el MIR y que está como loco porque lo llamen de cualquier hospital para ayudar en estos momentos. Él no paró de insistirme que lo que íbamos a vivir era muy serio. También me acuerdo de Rocío, que trabaja como cajera en el supermercado de El Corte Inglés y se deja el alma para ayudar a que no les falte de nada en esta cuarentena a los que van a comprar allí. Y por supuesto, recuerdo a Manolo, que este virus se ha llevado a su tía. Y a Alfonso, que ahí está luchando contra el bicho como cuando jugaba al poste bajo contra tíos más grandes que él pero ninguno más fuerte. Tampoco olvido a Nevena y Alima, mis jugadoras, que siguen en Alhaurín porque no pudieron viajar a sus países. O a Bea, aunque ella es casi alhaurina ya...

El momento se convierte en mágico mientras se mezclan los aplausos con el ritmo del «Resistiré» y ves que el personal del hospital intenta devolver esos aplausos con una pancarta con un ¡GRACIAS! enorme. Y no podemos resistirnos Ana y yo a emocionarnos, a vivir el momento abrazados y dándonos un beso haciendo un esfuerzo porque esa emoción no arranque alguna lágrima de nuestros ojos.

El recorrido mental que haces en los cinco minutos que dura la magia te hace olvidar por un rato a todos esos inconscientes que si tuvieran que ir a trabajar desearían estar en casa y que ahora que toca estar en casa no hacen más que inventar para salir a la calle. O todos esos desalmados que salieron de las grandes ciudades el viernes para pasar el fin de semana a no sé dónde como si estuvieran de vacaciones. Mirando las terrazas de mis vecinos me doy cuenta de que son muchas más las personas cívicas que intentan hacer caso a las recomendaciones y respetan la cuarentena como hacemos en casa. Juntos, siendo responsables y cumpliendo con las indicaciones de higiene y quedándonos en casa seremos capaces de vencer lo antes posible, a pesar de los majaras.

Bueno, acabaron los cinco minutos. El personal del hospital se marcha a seguir con su labor y nosotros entramos a seguir con nuestras vidas, no sin antes quedar citados para mañana a la misma hora, para sentir nuevamente la fuerza del amor por el prójimo.