Lunes. Van llegando inexorables una tras otras las cancelaciones de reserva en los restaurantes. De Málaga, de Sevilla. De Bilbao. También de Madrid, que pisaríamos en Semana Santa. «Amazónico», «Ten con Ten», «Numa Pompilio». Restaurantes, bah. Eso ahora es lo de menos. Supongo, sí. Viajaré a Madrid solo mentalmente. Eso que me ahorro, pienso. Pero es un pensamiento mediocre y resignado; de contable viejo, de conformista. Ya iré, me digo a ratos. No descarten ustedes que cuando todo esto acabe solo nos alcance el bolsillo para comer en tascas y mesones. Menú del día, nueve euros. Los hay excelentes. Aunque en ellos no veas a famosos ni te traten de usted ni el 'encargao' se llame jefe de sala.

Martes. Participo en la tertulia de Jesús Vigorra en Canal Sur Radio. Junto a María Dolores Tortosa y Juan Manuel Marqués Perales. Rato agradabilísimo. Se me hace raro hablar de política desde mi cocina. Tengo un café, un bollo, el portátil y a la vista dos platos de la cena que no fregué. Y un vaso. Espero no pagar con el Gobierno ese pequeño malhumor que me produce el desorden. Cierto desorden, porque ya saben lo que opinaba Nietszche: «El orden es la virtud de los mediocres». Así que me levanto y voy hacia el pasillo. Cuando llego al salón con el teléfono en la oreja me estoy metiendo con los nacionalistas y rehúso sentarme en el sofá, no vaya a ser que me mejore el humor y me ponga amable, incluso tierno, con la oposición y con el Gobierno. Mi mujer me oye desde el dormitorio y me pone un whatsapp diciendo que estoy mostrándome muy sensato. Pero yo veo ese whatsapp cuando ya ha terminado la tertulia. Es decir, durante el programa no sé si estoy sensato o repartiendo demasiada estopa. Voy a fregar los platos.

Miércoles. Macedonia del Norte ha entrado en la OTAN. Hombre, al fin alguien habla de otra cosa. Macedonia es un país a la postre. Esta última frase es un chiste que he probado con diversos auditorios. Tengo que mejorarlo. Éxito desigual. Los griegos lucharon para que ese país no se llamara así. Es un territorio desgajado de la antigua Yugoslavia, pero los griegos dicen que la Macedonia, la verdadera, está en su territorio. Que se llamen de otra manera. Al final, todos contentos con un apellido: «del Norte». No sé yo. La macedonia, como postre, estuvo muy de moda en los ochenta, tal vez en los noventa también. Ya la ofrecen poco en los restaurantes. Como el cóctel de gambas o el melón con jamón. Nadie parece tener nostalgia de los platos viejos. A mí me parece que cuando un país entra en la OTAN pierde algo de almíbar.

Jueves. Mi hijo grita desde la cama: «Estoy vacío». Creyéndome que es el primer destello de un aforístico sistema filosófico que está elaborando, resulta que quiere una magdalena. Tiene hambre. Yo tengo hambre todo el rato. Dice Jiménez Losantos que no hay que fiarse de quien tras esta cuarentena salga hecho una sílfide. Pongo un tuit con una opinión política, así, a lo loco, por ver si llega antes la hora del almuerzo. No sé yo para que me meto en nada. Catarata de respuestas no siempre amables. Eso me sugiere otro tuit, que sí que tiene éxito: «Si os sentís solos, poned un tuit de política».

Viernes. El escritor Pedro Rojano (no se pierdan su novela 'In aeternum') me da la alegría de la semana pubicando un artículo en este diario ensalzando con argumentos muy inteligentes mi novela 'El mago de Riga' y alabando mis aforismos. Embriagante. Estoy muy agradecido. Como no solo de elogios vive el hombre, voy a la compra. Así estará la vida de monótona que ir a la compra es materia consignable en un diario o dietario. Todo el mundo va con mascarilla. Todo el mundo lleva en el carro vino o cerveza. Para no ser menos cojo también patatas fritas, navajas de lata y aceitunas rellenas de pimientos, o sea, cosas inútiles y prescindibles, que para eso es viernes. Diviso cerca de mí a un ensayista al que admiro. Está sopensando en los congelados si se lleva gambón o langostino. Él tiene también un poco cara de langostino. Sin congelar. Me dirijo a pagar y una cajera mayor y muy amable me dice que no. «Esta caja es solo para sonetistas»