En una Semana de Pasión clausurada, los recuerdos inundan las paredes de mi lugar de aislamiento y la memoria se establece como una de las actividades programadas más vitales para hallar el grado de rutina necesario y no sumergirme aún más en la angustia de esta reclusión inevitable. Rememorar a la familia, los amigos, a compañeros de trabajo; evocar aquellos paisajes con risas de reencuentro, se convierte en una acción más que terapéutica para lograr advertir y sentir gozo más allá de la puerta y el ventanal.

Reminiscencias de esas escenas que coexistes a diario y que hoy nos parecen inalcanzables al percibirlas desde la distante cercanía; episodios habituales de nuestras vidas a los cuales - esta coyuntura lo constata -no le otorgamos su significativo valor, alcanzando éstos en este período de reclusión una relevante importancia en una cuarentena donde parece respirarse un tiempo ya muy lejano.

Inmersos en esta ardua cruzada por respirar, un equipo de trabajo malagueño, constituido por médicos de los dos hospitales universitarios de la capital e investigadores de la UMA, han proyectado un innovador modelo de respirador que ha sido probado con éxito y del que está planeado que puedan industrializarse unas 300 unidades por semana; lo que traduce este logro de nuestros talentos locales en una herramienta de esperanza dispuesta a generar una contraofensiva para ganar esta batalla de todos contra este perverso virus.

Ricardo Piglia abre su novela de culto Respiración artificial citando a T. S. Elliot: «Teníamos la experiencia pero perdimos su sentido, acercarse al sentido restaura la experiencia». Esto es, llegar a entender el presente requiere una reinterpretación del pasado y es por medio de esta revisión como se puede averiguar qué pasó desapercibido en la experiencia original. Miércoles Santo, desde la Expiración a la Redención. A seguir luchando desde casa.