«Los conservadores hacen un trato con el diablo». Con esas palabras lo proclamaban en el Washington Post, hace hoy casi cuatro años. Fue el título de un antológico artículo de opinión que llevaba la firma de Michael Gerson, uno de los más influyentes columnistas estadounidenses, antiguo colaborador del presidente George W. Bush: «Conservatives make a deal with the devil» fue publicado en la edición digital del Washington Post el pasado 16 de mayo de 2016 a las 8:01 de la tarde, hora de la Costa Este de los Estados Unidos.

Como ya dejé escrito en un modesto comentario que publiqué aquella misma semana en estas hospitalarias páginas de La Opinión de Málaga, el artículo de Gerson fue más que brillante. Pues además de inteligente era honesto y valiente. Como fueron brillantes, honestos y valientes los trabajos de investigación de aquellos dos jóvenes periodista norteamericanos, también del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward. A los que leía casi diariamente en 1974, en una lejana e inolvidable primavera americana, mientras ellos desarbolaban con eticidad y pundonor profesional las patologías de la corrupta presidencia de Richard Nixon. El que fuera el trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos de América, también de triste memoria.

Michael Gerson se consideraba un buen conservador. Quizás por ello, el escribir el primer párrafo de su artículo tuvo que ser para él algo dolorosamente demoledor. Lo comparto con ustedes: «Donald Trump ha acertado en un punto importante. Atacó a los dirigentes del Partido Republicano acusándoles de ser unos débiles, sin energía y acobardados. Ahora los líderes republicanos se postran ante él, ofreciéndole su rendición como lo que son, unos líderes débiles, sin energía y acobardados. Su capitulación ha justificado aquella acusación». Añadí en mi escrito que uno de aquellos líderes republicanos que ahora se postran con una discreta repugnancia ante Trump, dijo en otros momentos de mayor lucidez y valentía que el candidato no estaba preparado para ser el presidente de los Estados Unidos. «Ni moralmente ni intelectualmente». Aquel líder del GOP republicano es Peter King, el congresista en ejercicio más antiguo de Nueva York.

Las próximas elecciones presidenciales americanas se acercan, ya en plena era trumpiana. El presidente-caudillo, Donald Trump superó todas las expectativas de sus bases y por supuesto no les defraudó. Gobernó para beneficiar a los ricos y los poderosos y sobre todo para complacer a la ultra-derecha norteamericana y a los nativistas blancos. Despreció a los menos favorecidos, a los intelectuales, a los inmigrantes, a los ecologistas y a la derecha sensata y razonablemente civilizada, la que en tantos aspectos vertebró siempre a la gran nación americana. Desde las tinieblas de la patología trumpiana, el actual presidente siempre despreció a sus aliados de la Unión Europea y a las grandes instituciones internacionales de la «Pax Americana». Es obvio que sus querencias sufren de una marcada predilección por los adalides de oscuros caudillajes. «And last, but not least», sus errores han sido colosales en pleno ataque del Covid-19. En el país más rico del mundo, demasiados millones de norteamericanos siguen sufriendo en la actualidad los efectos pavorosos de la ausencia de los sistemas más elementales de protección social.

Y mientras tanto, Trump, incansable, sigue intentando desmantelar el Estado de derecho y los sistemas de protección jurídica, medioambiental y social que le dejaron sus antecesores. Como aquellos que los norteamericanos consideran como los padres de su patria y su Constitución. Aquellos gobernantes providenciales que entonces, con su visión y su sabiduría, hicieron posible el sistema de «checks and balances». La separación de poderes, que ellos instalaron, sigue protegiendo a los norteamericanos de los abusos de políticos como Donald Trump. «Ni moralmente ni intelectualmente» dotados para ejercer las funciones para las que fueron elegidos. Como hoy en día ocurre en tantos otros lugares de este atormentado planeta, en las manos de inquietantes personajes sin los necesarios avales morales e intelectuales.