El otro día estuve pensando en el primer día de reencuentro con mis jugadores y lo raro que resultaría no abrazarnos, chocarnos las manos o hacer alguna tontería que implicara sí o sí contacto.

Vamos a tener que acostumbrarnos a la distancia y a expresarnos mayoritariamente a través de las palabras y nuestro lenguaje corporal sin contacto, ya que por teléfono por suerte o por desgracia, ya nos sabemos comunicar bastante bien. De hecho, a mí no me gusta que mis jugadores jóvenes me digan las cosas cuando llegan a casa después de haberme visto en el entreno, les pido que hablen en la pista y le dedico tiempo a poder conversar entre nosotros. Son muchos los entrenadores los que dedican al 100% sus entrenamientos a la exigencia técnica o táctica, con descansos muy programados y sin apenas generar conversaciones. Mi recomendación es que haya de todo, momentos de disciplina y de relax, silencio y conversaciones, preguntas y respuestas, descansos mentales y físicos...

Sobre todo a la hora de entrenar, en ocasiones nos basta chocar las manos, acariciar la cabeza o los hombros, dar palmadas en la espalda y gestos de este tipo para demostrar aprobación. Al igual que en ocasiones nos acercamos bastante para tranquilizar, obligar o demostrar alguna emoción que nos interesa.

Expresar las emociones no es tan fácil como parece y sacar lo mejor de cada uno solo a través del lenguaje verbal y no verbal a distancia resultará también en ocasiones complicado. Los deportistas sienten la cercanía, les genera confianza, complicidad, buena energía y a través del contacto logramos comprendernos, expresar lo que sentimos o lo que queremos.

Es un buen momento para trabajar el lenguaje oral y el kinésico, que es el encargado de la mirada, los gestos, la entonación, la postura, evitando en todo momento el tacto.

¿Cómo podemos mejorar los vínculos, generar aprendizaje y avanzar como docentes?

Si no tenemos el contacto para demostrar cariño lo primero que debemos hacer es cuidar las palabras mal sonantes, las acusaciones y los juicios de valor, para evitar generar bloqueos y emociones de ira o tristeza. A todo esto se le suma la capacidad de ser ejemplares desde el primer momento para provocar aprendizaje espejo. Podemos apuntar en una lista lo que solemos decir cuando perdemos el control, nuestros gestos típicos de enfado y las reacciones asociadas a nuestra personalidad en situaciones complicadas, de estrés o cuando un jugador está superando el límite marcado.

A la hora de sentir tristeza, debemos desahogarnos, explicar a través de la palabra lo que nos está pasando y pedir lo que nos gustaría que pasara. Entendiendo por supuesto que nuestros deportistas tienen el derecho de no colaborar o no saber cómo reaccionar con inteligencia ante sus emociones, ya que ahora encontraremos dificultades de impaciencia y expectativas, encontrándonos mucha frustración e ira. Os recomiendo comenzar con mucha calma, coger experiencia en la nueva situación e ir mejorando a través del tiempo y la exposición de grupos reducidos.

Si nos enfadamos debemos distanciarnos, tomarnos unos minutos, contar hasta 10, buscar una frase que nos tranquilice o hacer algún gesto personal que nos baje la tasa cardíaca. Una vez que hayamos conseguido bajar la intensidad de la ira, conviene hablar, explicar las razones del enfado y pedir la colaboración necesaria para proseguir con el aprendizaje. Mucho cuidado con los gestos y palabras agresivas, con bloquearnos y con ello, provocar lo que no queremos que nuestros deportistas hagan.

Al comenzar con entrenamientos más individualizados, los entrenadores de equipos podremos tener más tiempo con cada uno de los jugadores y con ello podremos ser más exigentes con deportistas de grupo que no están acostumbrados a tanta individualidad. Atentos a eso, sobre todo en relación a nuestro tono y entonación, pues podemos provocar, animar, colaborar o simplemente indicar.

Se aproxima una época de cambio para todos, debemos ser adaptativos a los nuevos tipos de grupos, flexibles en los ejercicios y tiempos, pacientes con nuestros jugadores, humildes para mejorar y sobre todo curiosos para aprender del día a día, de compañeros y de nuestro alrededor.