Nunca he sido políticamente correcto, a los hechos y consecuencias os reporto. Es más sincero y divertido, menos rentable. Pero no solo de votos ni de apoyos vive el hombre. Ni la mujer.

No creo que en la política, ni tan siquiera en la de partido, que es la más vikinga, sea necesario sacar la guitarra, cogerse de la mano y cantar el alabaré, pero tampoco que en plena crisis sanitaria, quizás la más dura y trágica que vivamos toda una generación, los cuadros, entiéndase los que 'mandan' en los partidos y en la cosa, nos inviten a sumarnos al garrotazo, al insulto, a darnos con las sartenes, cacerolas y demás utensilios ahora que habíamos aprendido a usarlos en su lugar: la santa cocina que, junto a Neflix, First Dates y algunos libros, han servido de salvavidas durante estas semanas de confinamiento.

Primero se aplaude, luego sacamos la flauta al balcón y terminamos sintiéndonos parte de la resistencia contra el virus cabrón que nos ha cambiado la vida y a muchos hasta nos la ha arrebatado. ¿Y ahora? Ya ven ustedes, consignas de enlatar los aplausos por si nos sirven de nuevo en otoño, instrumentos dentro y puños fuera.

La insumisión es hoy decir no a la riña tumultuaria a la que hemos sido convocados con nocturnidad y poco respeto por quienes no tendrán el marrón de llenar la nevera al menos en unos años; y responder al pucherazo, digo, cacerolada en las calles, al sartenazo al turismo y a las tapaderas de boca como hay que hacerlo, con votos en las urnas cuando nos convoquen, para lo que tampoco, entiendo yo, debería haber muchas prisas.

La sociedad civil, así conocida, desde el principio de esta putada global ha estado muy por encima de sus representantes, legítimos todos y en su libre ejercicio de la libertad de expresión y de pereza.

La joven política ha dejado regular a los padres fundadores, a esos sus mayores, que dicen ser más ortodoxos, y en un momento además, desgracia mediante, en que más les hubiera valido demostrar que no se está ahí porque toca o te han tocado, sino porque debía ser ahí y en este momento. Liderazgos de una generación que podrían tener un papel para ser recordados como aquellos que maduraron y crecieron en tiempo de crisis, cana por delante para que conste en acta.

Me decía un amigo que sabe donde estoy y a quien voto, que era el momento de la gran coalición, que yo nunca vi; y ahora que me han diagnosticado vista cansada menos. Y que juntando a los tontos de derechas y de izquierdas, la mayoría parlamentaria estaba asegurada. Sabe que da donde duele.

La política es injusta, chaval, decía una conocida canción. Sabemos, no somos tontos, esto ya es de un anuncio de la tele, que aquellos que incitan a manifestarse con la que tenemos encima están sobrados de crispación, pero por lo ya vivido en tiempos no tan remotos ni en desiertos muy lejanos, todos, injustamente, recibirán una porción de rechazo como parte de una familia, la política, que ha decidido declarar el estado de hostia limpia.