Hay como un cierto pudor a la hora de hablar o escribir bien del Gobierno de coalición. Yo me he detenido en estudiar los pasos dados por este gobierno progresista y he de confesar que pese a estar inmersos en la más grave crisis que recuerda esta sociedad desde la Guerra Civil, hay más que motivos para hacerlo. De entrada, hay una clara política social para ayudar a los más necesitados, con decididos apoyos a los sectores menos favorecidos de la sociedad. Es cierto, que la miserable guerra parlamentaria y mediática diluye o hace que tenga menos visibilidad medidas como el apoyo a la pequeña y mediana empresa, al importante colectivo de autónomos, a la proceso iniciado para luchar contra el cambio climático, con sanciones e impuestos al plástico y diluya el hecho comprobable de que España tiene peso en las decisiones que se toman en Bruselas. Ya antes de la pandemia este Gobierno cumplió el compromiso de aumentar el salario mínimo interprofesional y ahora estudia prolongar los ERTE hasta finales de año.

El deplorable efecto Marlasca, con el no menos de Cayetana Álvarez de Toledo, no ha permitido, en toda su extensión, valorar en su justa medida, acciones del Gobierno de coalición que inciden de forma notoria en la vida de los ciudadanos, sobre todo de los más necesitados. Hay que huir, como del virus, de «cuanto peor, mejor», tesis sostenida por la derecha y sus acólitos de la ultraderecha. Tener que escuchar a una presidenta como Ayuso que «Podemos es peor que el virus» me pone los pelos de punta. Provocar para ocultar la nefasta gestión del Covid-19 de la Comunidad de Madrid entra en los parámetros mentales de quien hace de la provocación ejercicio permanente. Puede que se levanten de sus tumbas los ancianos que han muerto por no ser atendidos. Duro, muy duro, escuchar al consejero madrileño de Ciudadanos cuando avisó al consejero de Sanidad: «Fallecerán de forma indigna». ¿Y no se le cae la cara de vergüenza a la presidenta Ayuso?

La intención de la derecha y la ultraderecha, situados ambos dos en la peligrosa dialéctica de negar la legalidad democrática del Gobierno, no salen del insulto, en una carrera de fondo entre Casado y Abascal a ver quién dice la barbaridad más cobarde. Formar ruido, alzar la voz, lanzar tarascadas, explotar los sentimientos e impedir que las políticas de este Gobierno lleguen con nitidez a los ciudadanos son sus objetivos más inmediatos y así seguirán por los siglos de los siglos, amen. El PP se rasga las vestiduras con el asunto Marlasca y se olvidan de que fueron ellos quienes alentaron, protegieron y defendieron la policía patriótica, de tan nefasto recuerdo y que, según todos los indicios, sigue enquistada. Me vale recordar una de mis lecturas más cachondas: Pepe Gotera y Otilio. Y añado, recordando el informe (sic) de la Guardia Civil sobre el 8 M, que como dijo Joan Baldoví, «Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio». La pena es que unos pocos guardias civiles hayan hecho tan flaco labor a un cuerpo que hace del honor su bandera.

No está bien visto y menos aún valorado hablar bien del Gobierno, tal y como escribían en El País un elevado grupo de intelectuales progresistas, entre ellos mi admirada Victoria Camps. Y es verdad. Lo haces y quienes alientan a los medios informativos que militan en la ultraderecha te tildan de pesebrista. Incluso hay líderes políticos, o lo que sea, que desguazan su escasa estructura mental para insultar sin más, porque no se baila al son que tocan. El Gobierno ha sido eficaz en su lucha contra el Covid 19, lo avalan los datos con reducción de muertos, empleando todos los recursos disponibles para hacer menos dolosa la dura realidad, con acciones directas en materia de sanidad, asuntos sociales y económicos. Habrá tiempo para criticar a este Gobierno y habrá tiempo para que la oposición se desmelene aún más pero ahora lo que toca es arrimar el hombro. Y quienes, en las cercanías ideológicas de este Gobierno progresista se rajan las vestiduras por considerar que la geometría variable de la que hace gala Pedro Sánchez es nefasta y se pagará más pronto que tarde, habría que recordarle algo que olvidan con facilidad: De momento, no hay alternativa a este Gobierno y si algún día lo hubiere, sería la ultraderecha de Vox, con Abascal de Cid Campeador, quien llegara al poder.