Semana complicada la que se avecina, si se cumplen los vaticinios del calendario maya y el mundo se acaba pasado mañana; el final de los tiempos, de la humanidad y de todo lo demás, seamos honestos, nunca nos viene bien. A mí me pilla con el IBI pagado, como buen miembro de aquello que se llamó 'clase media', y con todas las esperanzas puestas en que el lunes todo haya cambiado a mejor.

Así, y gracias a los mayas, espero que las obras del Metro hayan finalizado definitivamente y haya cesado toda polémica sobre El Balneario. Espero una solución completa y satisfactoria al saneamiento integral y al Auditorio, así como que llegue la ansiada fluidez en el tráfico de entrada y salida al Parque Tecnológico. Por fin, espero, se habrán conciliado los derechos de los vecinos con los intereses de los propietarios de viviendas turísticas, y aquellos podrán descansar por fin, no sin antes agradecer los desvelos al Excelentísimo Ayuntamiento y al no menos alcalde de esta ciudad. Y calle Victoria peatonal, le pese a quien le pase. Basta ya de polémicas sobre el modelo productivo de la Andalucía turística y de la Málaga museística, los ranking universitarios, que si ciencias o que si letras, que si la Feria del Centro o el café con leche, y la leche me la ponga templada; todos nuestros deseos y expectativas se verán colmadas, sin que se espere reclamación alguna. Todos tendremos razón, que era lo que importaba. Se acabará la pandemia, y de la Nueva Normalidad, tan corta, nos quedará la satisfacción de que nadie pedirá perdón, ni se asumirá una responsabilidad. Tampoco se canonizará a Fernando Simón, pero por los pelos.

Todo se acaba y por fin los españoles nos ponemos de acuerdo en algo: se nos ha hecho demasiado corto y la próxima vez hay que tener un saco de levadura. Y más hielo.