Las políticas de austeridad de la mayoría de los gobiernos, que han afectado también y de modo especial al sector sanitario, son en buena parte responsables del elevado número de muertos por el Covid-19.

A la falta de previsión ante la eventual irrupción de una epidemia de tal gravedad, hay que añadir las consecuencias negativas de la privatización de muchos hospitales, que han visto reducido su personal.

Esto ha ocurrido incluso en Alemania, uno de los países que mejor ha logrado hacer frente a la pandemia, y donde, según indican las estadísticas, se han cerrado muchos hospitales en los últimos años.

No sólo se ha notado allí la falta de personal sanitario -ha sido preciso recurrir en muchos casos a personal extranjero o de subcontratas- sino que, como ocurre en tantos otros países, los sueldos no se corresponden con el esfuerzo de esos profesionales.

Según el sindicato alemán Verdi, hay en los hospitales alemanes alrededor de 150.000 profesionales menos de los que harían falta, carencia que el Gobierno de Berlín ha intentado paliar autorizando la contratación de personal especializado procedente de fuera del espacio comunitario.

Se trata, esto es, de médicos o personal de enfermería cuya formación han pagado otros, pero de los que se beneficia ahora Alemania, según denuncian los partidos de izquierda.

Meses antes de que estallara la pandemia, la fundación alemana Bertelsmann llegó a recomendar incluso que se cerrase antes del año 2022 la mitad de los hospitales del país, plan frustrado por la actual pandemia.

Según algunas estadísticas, la reducción de camas de hospital ha sido por suerte en Alemania mucho más moderada que en otros países europeos: aproximadamente de un 15 por ciento cuanto en otras partes ha sido de un 35 e incluso un 50 por ciento.

Con todo, si en la Alemania dividida había en 1971 casi 878.00 camas de hospital, tras la reunificación del país, en 2015, el total había descendido a algo menos de medio millón.

Al deterioro de los servicios sanitarios contribuyeron una serie de reformas legales a partir de 1985, precisamente con un Gobierno de socialdemócratas y verdes, que permitieron a los hospitales obtener beneficios.

Según denuncia la revista alemana Lunapark, los hospitales dedican actualmente una parte mínima de su presupuesto al mantenimiento de sus capacidades.

A los hospitales se los remunera por el número de pacientes tratados. Es, señala el sindicalista Jürgen Hahn-Schröde, como si a los bomberos se los pagase sólo por cada incendio que apagan.

Una de las consecuencias es la suspensión de actividades que no resultan suficientemente lucrativas para el propietario.

Las condiciones laborales han empeorado por culpa de la reducción de personal y las externalizaciones, al tiempo que las decisiones médicas y sanitarias obedecen muchas veces a criterios económicos. Y todo ello en el país que muchos elogian por cómo ha hecho frente a la pandemia.