El verano de 2020 pasará a la historia por ser el de los viajes virtuales, aquél en que el viajero, a modo de sucedáneo, se asomó a las reseñas de Tripadvisor para recordar las visitas realizadas en otros años menos extraños que éste. Cariño, ¿recuerdas el 'stendhalazo' de agosto de 2017 en la Galería de la Academia de Venecia? ¡Qué sensación de vértigo tras ver 'La tempestad' de Giorgione! ¡Cómo latía el corazón al entrar en la sala de los carpaccios! Y luego,Veronés... Ah, el 'pathos', esa íntima emoción presente en una obra de arte que despierta otra similar en quien la contempla. Sin embargo, el nostálgico viajero descubrirá que las creaciones más sublimes de la cultura occidental aparecen reseñadas en ese portal de internet bajo el epígrafe 'atracciones'; para, a continuación, ver su fe en la humanidad tambalearse al leer algunas de las reseñas dejadas por otros visitantes: un señor de Nueva Jersey afirma haber sufrido «una experiencia decepcionante, bombardeado con arte religioso realizado por pintores y escultores italianos; una pérdida de tiempo y dinero». ¡Y sin explicaciones en inglés! Una ciudadana irlandesa, por otro lado, manifiesta haberse sentido herida en su sensibilidad «ante la violencia explícita contenida en las imágenes» y desaconseja la visita en términos rotundos, como otro turista que expresa su desagrado ante el «trazado laberíntico» del convento medieval que alberga la institución. Éstas y otras lindezas son las referencias que aporta el Baedeker del siglo XXI, que quizá fue utilizado también como guía por el austríaco que -seguramente movido por la incontenible emoción de mirar a Paulina Bonaparte retratada en yeso por Antonio Canova- rompió los frágiles dedos del pie de su estatua en el museo del escultor en Possagno. Posando para un selfi.