Una mano en el corazón, este es el recuperado saludo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, retirando el gesto con el codo o el pie como propuso en un primer momento. La razón que alude el director de la OMS es tan evidente como elemental: «Es mejor evitar los codos porque nos colocan a menos de un metro de distancia de la otra persona». Esta obviedad se podría haber aplicado preventivamente desde un principio a tenor de la escalada de contagios que estamos penando en Málaga, erigida, penosamente, como la provincia andaluza con más positivos diarios y fallecimientos. Desconsolador. Un tiempo sin abrazos ni besos el cual nos deja inmersos en una sensación de orfandad.

El saludo es más que una seña de cordialidad, se conforma como una consigna tribal. Éste ha ido variando al ritmo de la humanidad en cada período y por medio de él los etólogos pueden discernir las identidades culturales de cada sociedad. El estrechar de antebrazos de la antigua Roma - según los historiadores es de origen babilonio- asirio y puede ser el gesto con más arraigo de la civilización -; el saludo militar: brazo alzado en ángulo de 45 grados con la mano extendida, salve triunfal de los emperadores ante las tropas después de la victoria, fue adaptado por Napoleón y posteriormente por el nazismo, por lo que esta salutación quedó condenada y hasta tiene su réplica: el ademán de llevarse las manos al corazón cuyo inicio comenzó en1942 como signo antifascista. Hoy contra la Covid-19.

Quizá sea el beso la expresión social de saludo que más se haya modificado por los padecimientos de cada época. Frente a tanta adversidad y restricciones -por el bien de todos-, Mario Benedetti, con sus 100 años y 3 días, desde la distante cercanía me sugiere: «No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento». Cuídense. Una mano en el corazón para todos.