Opinión | Notas de domingo

En las nubes

Estación de Santa Justa, en Sevilla.

Estación de Santa Justa, en Sevilla. / EFE

Lunes. Coca Cola con edamame de aperitivo. Yokohama, plaza de San Juan De la Cruz. Málaga. Antes coincidía aquí a veces con gentes del PP, la sede provincial está cerca. Más de una noticia, confidencia o soplo me llevé. Hacia muchísimo que no venía. Llega la sopa de miso, Amaya me dice que coma más edamame, que es un superalimento . Yo lo que tengo es superhambre. Sushi a cascoporro. Echo una siesta de profesional, que el madrugón para comparecer en Canal Sur ha sido considerable. Comienzo el libro que Vargas Llosa le ha dedicado a Galdós. Llosa critica en varias ocasiones la utilización que Galdós hace de la figura del narrador, aunque el tono del libro es muy admirativo. Leo el capítulo correspondiente a Miau, no la mejor pero sí la novela de Galdós a la que le tengo más cariño. Aún recuerdo el volumen, de tapas como verdosas en el que la leí. Aprendo mucho sobre Fortunata y Jacinta. Trabajo. A la noche vemos ‘Munich, en vísperas de una guerra’ con Jeremy Irons, que hace de Neville Chamberlain, primer ministro británico. La película reivindica un tanto su figura. Tiene más hechuras de serie. Dos horas y pico. Agradable. Espero que esta no sea la noche semanal de insomnio a la que mi cuerpo está tratando de habituarme. Hambre.

Martes. El ensayo es ese género literario en el que a veces no se ensaya. Se pontifica. Están de moda los ensayos sobre el caminar, si bien se notan los que están escritos corriendo. Hay ensayistas tan oscuros que hay que leerlos con linterna. El buen ensayista ha de tener más limpio el estilo que las uñas. Prosa desaliñada en un ensayo sobre el bien vestir. Si ensayas no conduzcas. Te regalo un ensayo político en la primera cita. Las citas son la cortisona de los ensayos: si se abusa de ellas engordan el libro, lo vuelven poco atractivo. Si lees «Ensayo sobre la ceguera» aumentas tu visión.

Miércoles. Sevilla mojada. Taxista malhumorado. Veo por la ventanilla cómo se afanan unos operarios en levantar casetas para la feria. Llegó muy pronto al plató. Charlo con Juan Carlos Blanco e Inma León, mis compañeros hoy de programa en lo de LeónGross. Sabe bien ese café de media mañana, no en las nubes y sí mirando estas nubes que encapotan Mairena del Aljarafe. En lugar de estudiarme la documentación sobre el sondeo del CIS andaluz, elucubro sobre si sería mejor miccionar ya o justo antes de comenzar el directo. Nunca se sabe. De vuelta, veo ya al sol, decidido al fin a tontear con el Guadalquivir. Calles llenas de terrazas llenas. Me dan ganas de irme a Casa Robles, donde cené hace unos días. En Santa Justa, un extranjero me pregunta con buen acento que de qué vía sale el Orient Express. No sé si es guasa o majaronez. Luego, me pide un euro. No tengo.

Jueves. Le han dado un homenaje a una leyenda del periodismo, José Luis Yagüe, que publica un libro jugoso e ilustrado de memorias (Lo que yo vi, lo que yo viví). Muchos jefes de Estado entrevistados tiene Yagüe. Y aventuras casi sin fin en la Marbella legendaria de aquel Banús, aquellos aristócratas y aquella no presencia del gilismo. Yagüe congregó en un cóctel a una gran representación del periodismo andaluz, de la jet y de la política. Más de ochenta años y en plena forma.

Viernes. Llega la Semana Santa y hace uno vagos planes de escapada. Carretera y manta; carretera y bañador, sería mejor decir. Escribo esta anotación en un Viernes de Dolores tentador, esplendoroso en lo climatológico, propicio para un lento viaje hacia el despiporre que empezara con la frase «una cañita por favor» y que terminara de madrugada. Paso la tarde trabajando. Espero que me lleven de cena.

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