Opinión | EL MUNDO POR DE DENTRO

Por aplazar la reforma fiscal

Bajar los impuestos. Es el bálsamo de Fierabrás de la derecha. Sirve tanto para un roto como para un descosido, a tiempo y a destiempo, llueva o truene, con Feijóo o con Casado. Es la unción que todo lo cura. Es el invento del economista neoliberal, Milton Friedman, creador de la escuela de Chicago, asesor de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. El objetivo era y es reducir al máximo el sector público. La reducción de impuestos, predican en falso los neoliberales, al aumentar la actividad económica aumenta la recaudación. Trata de dejar que el mercado, la oferta y la demanda, regulen la situación económica sin intervención del Estado. La herramienta fundamental para regular la actividad económica son los tipos de interés, es el sistema monetario, variando el dinero en circulación. A nivel personal, eso se traduce en que los más dispuestos, toman la iniciativa y tienen “éxito”; mientras que los que están peor, es por su culpa, y sufren por su propia falta de iniciativa.

Contemporáneo de Friedman fue John K. Galbraith, seguidor de John M. Keynes, quien impulso la intervención del Estado en la economía a través de la legislación, los presupuestos y la política fiscal. Keynes impulso el estado de bienestar en Estados Unidos con el presidente Roosevelt, y en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial. La intervención del Estado a través de la recaudación de impuestos tiene por objetivos redistribuir la renta entre los más desfavorecidos mediante la cobertura pública de las necesidades básicas, sanitaria, educativa, social, o vivienda; e incluso la intervención en sectores económicos estratégicos o para favorecer la competencia y evitar el dominio de los monopolios.

Bajar los impuestos por principio, y por sistema, forma parte de la política neoliberal que busca reducir la presencia del sector público en la economía con el fin de dejar el campo libre a la iniciativa privada, a las grandes empresas, y al final a los monopolios. El PP (Partido Popular) y en general la derecha, propugna hasta el aburrimiento, la bajada de impuestos. Especialmente los que pagan los sectores más pudientes- beneficios, patrimonio, sucesiones y donaciones, reducción del IRPF en los tramos altos– Ahora propugnan también la reducción del IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido) de determinados productos de primera necesidad. Reducción que hace más falta a la gente con menos recursos, pero que beneficia tanto al pobre como al rico. Todos tomamos leche, pan o patatas, por ejemplo. El PP insiste en que la recaudación fiscal hasta la fecha, ha superado con mucho las previsiones del Gobierno, y es cierto, por eso repite que se rebajen los impuestos; pero el gobierno el superávit fiscal lo reserva para gastos sociales, imprevistos derivados fundamentalmente de la inflación- la revisión de las pensiones, o las rentas mínimas, por ejemplo- o para reducir el endeudamiento público que ha crecido en estos años con la pandemia y la guerra. La deuda del Estado es el argumento fundamental- “el gobierno hipoteca el futuro de las nuevas generaciones” que la derecha se reserva para las elecciones generales.

La mejora de la infrafinanciación a la que está sometida la Comunidad Valenciana ha quedado para la próxima legislatura. Ese es el tema de fondo: la reforma fiscal y de financiación autonómica, aplazadas por lustros. Eso significa que en las próximas elecciones autonómicas de mayo reprocharán, a Ximo Puig especialmente, que no ha conseguido su objetivo tan prometido por los ministros. Mientras las derechas aparecen como los campeones en reducir impuestos y “evitar que el gobierno se quede con el dinero de la gente” cómo suelen vomitar. La rebaja en el IRPF propuesta por el presidente valenciano no es general ni igualitaria, deja fuera a la clase alta, que pagarán lo mismo en la declaración del año que viene mientras que «las clases medias y trabajadoras» – mas del 90%- dispondrán de más dinero para gastar. El efecto se presupuestará antes de las elecciones autonómicas y municipales. De la misma forma que la reducción a cero del impuesto sobre las herencias en Madrid beneficia a los más ricos, y fue propaganda de la presidenta Ayuso. Mientras el gobierno piensa cómo compensarlo con el impuesto a las grandes fortunas se habrán pasado las elecciones autonómicas

“El problema no es tanto un impuesto u otro, sino el efecto aspiradora de Madrid que afecta a todo el sistema financiero, económico y mediático del país”….”Lo que no puede ser es que haya dumping fiscal dentro de España”. Advirtió Puig, tiempo ha.

Suscríbete para seguir leyendo