El ocaso de los dioses

De nuevo Afganistán, Irán y no volverán

Rafael Simón Gil

Rafael Simón Gil

Cuando estamos a las puertas de estrenar un nuevo año -prácticamente la cuarta parte del siglo XXI- resulta una cruel obscenidad, un ataque a lo más profundo de la dignidad del ser humano, contemplar países y sociedades que, ancladas en la Edad Media, aplican sin embargo a sus súbditos el progreso en su versión más siniestra. Aquí me es difícil escribir súbditas porque, en esos países, la mujer ni tan siquiera alcanza esa miserable categoría. Sencillamente no existe, solo se la considera útil para procrear y servir con absoluta docilidad y sumisión a los hombres bajo las normas religiosas del Medievo. Aunque existen muchos más, todos gobernados por la misma ley religiosa, por teocracias fundamentalistas enemigas de los Derechos Humanos y, sobre todo, los derechos de las mujeres, centrémonos en dos países: Afganistán e Irán.

Cuando las democracias occidentales lideradas por el demócrata USA Biden y su más demócrata vicepresidenta Kamala Harris, no lo olviden («Kamala Harris se vistió de feminismo…», escribía en enero de 2021 El País), abandonaron cobardemente Afganistán en agosto de 2021 entregándoselo a los talibanes, todos y todas sabíamos lo que iba a ocurrir, menos algunas ultrafeministas patrias que incluso se permitieron la progre performance de que con ellas se abría un verdadero diálogo con los talibanes. En efecto, el diálogo del terror, el silencio, la persecución, la postración, la violencia extrema y la muerte en vida de millones de mujeres afganas. «Ya es posible HABLAR DE PAZ en Afganistán. El acuerdo entre los talibanes y EEUU, respaldado por el gobierno afgano y la comunidad internacional, abre una puerta a la esperanza». (Revista Española de Defensa. Julio/Agosto de 2020. Ministerio de Defensa. Gobierno de España). Hoy leemos que los islamistas talibanes prohíben a las mujeres incluso trabajar en ONG porque no respetan el código de vestimenta islámico. Ni el acceso a la Universidad, ni que las niñas cursen estudios secundarios, ni utilizar parques, gimnasios y baños públicos, ni salir solas, ni vivir fuera de las cárceles que son sus propias casas. ¿Ya nadie bromea con otra performance progre en el dolce far niente del feminismo caviar? Qué bien chillan -y viven- en los países libres, que tanto odian, y cómo callan lo de allí porque es la multiculturalidad de la Alianza de Civilizaciones que impuso Zapatero.

Y ahora vuelve de nuevo, porque nunca se fue desde el triunfo de la Revolución Islámica, Irán, cuyo respeto por los derechos humanos -especialmente los de la mujer- es considerado como ‘catastrófico’ por Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Tras el mundial del fútbol de la vergüenza celebrado en Qatar, el Gobierno Islámico de Irán nos regala la vista con la imagen de un hombre ahorcado públicamente en una grúa. Desde que el pasado septiembre la policía de la Moral iraní matara a golpes a una joven por llevar mal puesto el velo (Mahsa Amini, es importante no olvidar su nombre), han muerto en Irán 600 manifestantes, 69 de ellos menores. A esa aterradora cifra se suman las condenas a muerte, cerca de la treintena (dos ya ejecutadas), entre ellos un futbolista. En la cima de la perversión moral más obscena y repugnante de esta teocracia islamista, el Gobierno de Irán obligará a los familiares a pagar la ejecución si quieren recuperar el cadáver. La bala del fusilamiento de condenados por delitos de disidencia política costaría 20.000 dólares. Y miles de detenciones, desde un campeón de culturismo, a más de 30 atletas; mujeres encarceladas, violadas y torturadas, abogadas defensoras de los derechos humanos, actrices de cine, periodistas, modelos, activistas de los derechos de la mujer, sumadas a decenas de miles de mujeres anónimas que luchan por la libertad y contra la dictadura teocrática iraní. ¿Dónde están las manifestaciones en el occidente ultrafeminista, en la esnobista España de la matria y todes? ¿Dónde está el dolor, la rabia, la protesta y los actos de repulsa del Ministerio de Desigualdad?

Irán es uno de los mejores amigos del dictador venezolano Nicolás Maduro, y socio privilegiado del dictador ruso Putin, a quien ayuda en su agresión a Ucrania con sofisticados drones para asesinar a la población civil. Por si algún progre tiene dudas entre buenos y malos, los más buenos, es decir, Rusia, China, Irán, Bielorrusia, Vietnam, Myanmar y Uzbekistán, realizaron el pasado agosto en la Venezuela de Maduro importantes maniobras militares. Rusia ha invadido Ucrania; China no para de hostigar a Taiwán; Corea del Norte sigue lanzando misiles cerca de Corea del Sur y de Japón; Daniel Ortega continúa encarcelando a cientos de opositores y sacerdotes en Nicaragua; y Cuba ha condenado a largas penas de prisión a más de 550 manifestantes pacíficos (suman 4.000 años de cárcel). Odian la libertad y la democracia, por eso la persiguen con tanta saña; y en ese espejo se mira la extrema izquierda. De otro lado, recordemos que Pablo Iglesias, Monedero y Unidas Podemos son rendidos admiradores del régimen bolivariano de Maduro (Monedero cobró 425.000 euros por asesorar a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, publicaba El País en enero de 2015; y elPlural.com-Periódico Digital Progresista publicó en esa fecha que Monedero cobró de Venezuela cerca de un millón de euros a través de una fundación radicada en Valencia). «Hacer política es cabalgar contradicciones»; «Así es la geopolítica», decía cínicamente Pablo Iglesias de Irán por ayudarle espiritualmente a cabalgar contradicciones sin problemas. Unidas Podemos gobierna España con Pedro Sánchez. ¿Cuántas contradicciones están ustedes dispuestas a cabalgar? A más ver.

(Spoiler binario) «Lo realmente peligroso es cuando un único modelo de feminismo, ya sea marxista secular o religioso Islámico (y en este caso se convierte en islamista) se presenta como la única voz legítima y auténtica de todas las mujeres o como ‘el verdadero camino para la liberación’, negando, excluyendo y silenciando de este modo al resto de las voces e ideas de las mujeres de una sociedad», escribía la feminista canónica Nayereh Tohidi en su artículo «Feminismo Islámico», recogido en el libro «Descolonizando el Feminismo», de Liliana Suárez y Rosalva Aída.

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