Aunque en toda casa real haya jóvenes garbanzos negros que, a veces por creerse marginados, llegan a hacer grandes estropicios a la familia, caso del Príncipe Harry sin ir más lejos, las correrías de Froilán son por ahora de monta insuficiente para echarle encima los focos. No obstante, el recordatorio de que, de no ser machista la Constitución privilegiando al varón, Froilán acabaría siendo rey, pone los pelos como escarpias, porque en España la Corona, por un conjunto de factores históricos e institucionales (vacío regulatorio incluido), agudizados por su función factual en un entorno separatista, tiene un papel real o potencial mucho más relevante que en cualquier otra monarquía europea. Se trata, mírese como se mire, de una situación anómala, que eleva a riesgo-país cualquier azar sucesorio por remoto que sea, sin que pueda taparlo el ejemplar desempeño de su actual titular.
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