MIRANDO AL ABISMO

La sinapsis neuronal

María Gaitán

María Gaitán

En estos días estoy cursando una de esas enfermedades un tanto extrañas que se parecen al resfriado, pero no lo son. Un querido amigo de la familia, que es doctor de los que recetan, me vio y decidió mandarme antibióticos.

Esto que os voy a contar ahora os sonará porque, a fin de cuentas, soy hija de mi padre. Tengo una salud bastante mala pero resisto. Me paso los inviernos de resfriado en resfriado con el aerosol para mi asma en la mano. Tengo un estómago que me permite comer muy pocas cosas, alergias y un sinfín de cosas.

Gracias a mi, cuando, menos inestable salud, tengo un conocimiento bastante exhaustivo a cerca de analgésicos, medicinas para el resfriado, pastillas para la alergia y este tipo de cosas. Sé qué tipo de efectos secundarios me pueden aparecer y cómo combatir la somnolencia que dicen que pueden darte. Nunca he tenido ningún problema con los efectos secundarios, no suele darme sueño, ni dolores musculares, ni nada.

Pero este nuevo antibiótico para mi pseudoresfriado ha causado estragos. No me ha dado sueño, ni dolores de cabeza, ni fatiga, ni letargo. No, esta nueva medicación se ha arrogado el derecho de fastidiar la única parte de mi cuerpo que funciona, más o menos, bien. Mi cerebro. Olvido las llaves, la botella de agua, dónde tengo el móvil, si he cerrado o no la ventana, a qué clase debo ir en el instituto…

Mi vida se ha vuelto un desastre completo. Me gusta tener todo bajo control y saber dónde y cómo está todo hecho exactamente porque así pienso que tengo en control sobre el mundo, sobre el tiempo y sobre el azar. Pero, oh sorpresa, el control no existe. Me estoy dando cuenta mientras mi sinapsis neuronal parece haberse vuelto de juguete e incapaz de recordar las cosas más simples cómo dónde he aparcado o si he guardado el móvil en el bolso.

Sé que esto es pasajero, que cuando deje las pastillas se pasará. Pero hay muchas personas con estos síntomas que saben que no van a mejorar, que van a ir a peor. Que su cerebro se rebelará contra ellos y dejará de funcionar paulatinamente.

Ahora veo más claro que las opciones para decidir qué queremos para nuestra vida y cuándo queremos ponerle fin a la misma son tan importantes. Que tener oportunidad de decir qué queremos es una necesidad básica y si me apuras un derecho humano. Que como seres humanos tenemos el poder de exigir cómo y cuándo queremos que nuestra vida acabe. Que somos nuestro cerebro y su capacidad para pensar con rapidez y que cuando el cerebro falla sabemos que algo no va bien.

Queremos en ocasiones alargar la vida, pero ya es hora de que los seres humanos reclamemos nuestro derecho a una muerte digna.

Suscríbete para seguir leyendo