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Se abren grietas en el hasta ahora apoyo incondicional a la guerra

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

De creer los últimos sondeos realizados en Ucrania sobre la actitud de los ciudadanos ante la guerra, un 80 por ciento rechaza ceder ninguna parte del territorio a Rusia aunque ello signifique prolongar la guerra.

Y dos tercios del país invadido por Rusia, siempre según los mismos sondeos, recogidos por el semanario alemán Der Spiegel, se oponen a cualquier tipo de negociaciones con el Kremlin.

Pero ¿existe tal unanimidad? No, si hemos de creer lo que cuenta el veterano periodista Reinhard Lauterbach, profundo conocedor de la Europa del Este, en el diario alemán Junge Welt, y que indica que se abren grietas en el hasta ahora apoyo incondicional a la guerra.

Según Lauterbach, un militar uniformado y enmascarado ucraniano, identificado sólo por el nombre de guerra ‘Dad’, describió recientemente ante las cámaras de televisión la actual situación en el frente.

Según ese testigo, que habló en ruso, hay enormes problemas con los reclutas enviados al frente: muchos de ellos apenas tienen formación, hay entre ellos enfermos crónicos, incluso tuberculosos, y el más joven incorporado a su unidad tiene 52 años.

Pero el mayor de los problemas es el que presentan, según él los oficiales ucranianos, que quieren hacer de cada enfrentamiento un «pequeño Stalingrado», lo que está causando pérdidas enormes entre sus soldados. Algunos hablan de más de 300.000 muertos por el lado ucraniano.

El militar que habló ante las cámaras aseguró que ni él ni sus hombres objetarían a que se congelase el conflicto, respetando la actual línea del frente porque estaban seguros de que las fuerzas rusas en ningún caso marcharían hasta Kiev como dicen temer algunos.

Todavía más sorprendente son las declaraciones que hizo en internet Oleksij Arestowitsch, exasesor del presidente ucraniano Zelenski, a una conocida reportera de medios liberales rusos llamada Juliya Latynia.

En la entrevista, cuenta Lauterbach, Arestowitsch dice cosas diametralmente opuestas a las que decía cuando estaba al servicio del jefe del Estado ucraniano.

Según el exconsejero presidencial, el mayor error cometido por Ucrania es haber hecho del ultranacionalista y cómplice de la Alemania nazi Stepán Bandera el inspirador de la ideología nacionalista de la nueva Ucrania.

Si se deshumaniza a todos los rusos, si se los trata sólo de bestias, no debería luego sorprender, según Arestowitsch, que los soldados de ese país combatan en Ucrania con toda la rabia que sienten en las entrañas.

Para Arestowitsch, el nacionalismo ucraniano no es sino el hermano gemelo del chovinismo panruso, y no es extraño que ni la OTAN y la UE tengan prisa en admitir en su seno a un país «ultrachovinista y trufado de armamento occidental» como la actual Ucrania de Zelenski.

Al mismo tiempo corren en Kiev rumores de que Washington está presionando al Gobierno de Zelenski para que se deshaga de su ministro de Defensa, Oleksii Réznikov, por los casos de corrupción en las Fuerzas Armadas, que afecta a los fondos recibidos de EEUU.

Según medios ucranianos, el ministro regaló en medio de la guerra a su hija, con motivo de su boda, una mansión en Cannes valorada en siete millones de euros, más que los cuatro millones que pagó el mando ucraniano de Odesa Yevgueni Borisov por una villa en Marbella.

Incluso en Polonia parece cambiar el unánime ambiente probélico reinante hasta ahora e instalarse el realismo: así el conocido diario Rzeczpospolita llegaba recientemente a la conclusión de que Ucrania «va a perder esta guerra por mucho que ansiemos lo contrario».

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