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La Feria del Centro, que en paz descanse

Una imagen de la fiesta en la Feria del Centro de este año.

Una imagen de la fiesta en la Feria del Centro de este año. / Gonzalo León

Gonzalo León

Gonzalo León

Acaba hoy, con los estertores a modo de dos por uno en carricoches y algún fuego artificial despistado, la última edición de la Feria de Málaga. Una amalgama de cosas que conforman nuestras fiestas patronales y populares más significativas cuando de celebrar en modo festivo se trata. Huelga decir que la Semana Santa está muy por encima en impacto económico en la ciudad. Y además la gente no se mea por las calles que eso, quieras o no, es un plus.

La cosa es que hoy finaliza una Feria más y debemos hacer un balance positivo pues vamos por el buen camino definitivamente. Son muchos ya los años escribiendo en este extraordinario periódico malagueño y siempre he acudido a él para opinar, aportar y hacer balance de una fiesta rara, complicada y que en muchos casos hacía un daño horrible a la ciudad.

Poco a poco, y con un gran trabajo por parte de sus responsables encabezados por la sinigual concejala Teresa Porras, la Feria está encauzándose para, algún día, tener algún tipo de sentido, coherencia y estilo. Sin duda alguna, el gran problema de la Feria de Málaga ha sido en los últimos años la San Ferminización de la fiesta en el Centro, convirtiéndose en una bacanal de pipí, alcohol chungo y merdellones de todas partes.

Como sucede en la berrea de los ciervos, al llegar agosto, el chusmerío más grande del universo realizaba unos sonidos guturales a modo de llamada para que todos se unieran en nuestro Centro Histórico para celebrar la gran fiesta basada en la nada, sin defensa alguna, con vasos de plástico de litro y muchísimas chanclas en un desprecio supremo de lo que debiera tener cualquier festividad especial de tu tierra.

Es por todos conocido el daño que producía al Centro de la ciudad toda esta historia comenzando por lo patrimonial y finalizando con los innumerables negocios que debían cerrar sus puertas porque eran incompatibles con las hordas merdellonas que arrasaban con nuestras calles.

A Dios gracias y sin hacer ruido, estamos presenciando como el Ayuntamiento está cargándose la Feria del Centro. Poquito a poco. Sin grandes estridencias ni comunicados oficiales cuestiones cerradas de manera categórica. Pero la realidad es que la Feria del Centro dejó de existir tal y como fue concebida hace muchísimos años y desde aquel momento era una verdadera porquería. Y ahora, tiempo después, la porquería también se está deshaciendo y lo más importante, está dejando de ser consumida por los malagueños.

La de este año en el Centro Histórico ha sido una fiesta consumida en su amplia mayoría por gente de fuera: guiris, jóvenes de diferentes puntos de España que llegan de oídas a esta fiesta y ochenta mil millones de despedidas de soltero. Todo ello sumado a un buen número de malagueños desubicados ha hecho que hayamos tenido la mejor de las peores semanas en mucho tiempo. La limpieza del Centro, la ausencia de olores fuertes al nivel al que estábamos acostumbrados y un deterioro del Centro menos agresivo son la consecuencia del no consumo de este formato por parte de quienes verdaderamente hacen esta Feria: los malagueños.

Y en su lugar hemos vivido unos días de fiesta y algo más parecido a la feria en el Real de Cortijo de Torres desde el mediodía. Y es que es normal que las personas quieran celebrar desde el almuerzo su feria. Porque es lo natural, lo lógico y lo normal.

Vivir la feria de tu pueblo solamente de noche es raro. Y en algunos casos carente de sentido. Y los malagueños lo están comprendiendo y aplicando. Por eso son cada vez más las casetas bien trabajadas, cuidadas y con desarrollo que están poniendo firme a una Feria necesitada de gente como ellos.

Por eso, este 2023, podemos estar de enhorabuena porque podemos decir con todas las garantías del mundo que la Feria del Centro de Málaga ha muerto. No existe y lo que nos espera son los estertores de la muerte que durarán lo que tarden los comerciales que no hacen caja en el Cortijo de Torres en ir para allá.

El Centro seguirá teniendo vida, ambiente y cosas buenas porque es un espacio mágico que nunca muere y al que jamás le faltará gente, pero ya hemos de asumir que no es el espacio adecuado para nuestras fiestas populares.

Tenemos un recinto ferial espectacular, tenemos unos árboles que poco a poco van dando sombra y un proyecto a futuro que solamente necesita seguir creciendo, madurando y puliendo un modelo que sigue estando engordado con casetas mastodónticas que no tienen sentido.

Y el siguiente paso llegará, o eso esperamos, cuando nuestra Feria esté hecha para divertirse y no para ganar dinero. Y es que la Feria de Málaga tiene algo curioso en comparación con el resto de grandes fiestas de Andalucía en las que, además de moverse el dinero, la gente va principalmente a pasarlo bien. Sin embargo, aquí se vienen a ganar dinero creando mini bares y discotecas que son sucursales de lo que ya tenemos en el Centro. Por el camino quedan las familias, los grupos de amigos y las entidades que debieran tener sus espacios en un recinto con miles de metros cuadrados infrautilizados.

Todo en esta vida es mejorable. La Feria de Málaga lo es y mucho. Pero después de tantos años de palos y cosas malas, ha llegado la hora de hablar bien. Y celebrar que en nuestro querido Centro retumban los que pueden ser últimos ecos de algo que funcionó hace décadas y últimamente es un estorbo.

Se están perdiendo las esquelas en los periódicos, pero estoy por poner una en La Opinión, en papel, para que la gente abra el diario y lea algo anhelado por muchos:

La Feria del Centro, que en paz descanse.

Viva Málaga.

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