TIERRA DE NADIE

Que triunfe el buen rollo

El cuerpo y la mente realizan minuto a minuto un esfuerzo titánico para que las fuerzas de las que estamos compuestos se lleven bien o lleguen a acuerdos

Juan José Millás

Juan José Millás

La homeostasis, dicho de forma rápida, es un proceso gracias al cual los organismos mantienen un equilibrio interno constante, con independencia de las condiciones exteriores. En otras palabras: uno se encuentra homeostático cuando se encuentra bien. Y hay muchos días en los que uno se encuentra bien, pero muchos otros en los que falla algo, por pequeño que sea. El zapato le ha hecho a usted en el pie una rozadura que, aunque no produce un malestar insoportable, le da un poco la lata. Le obliga a cojear, a ponerse una tirita, a cambiar de calzado hasta que el proceso autorregulador del cuerpo cure la herida y restituya al cuerpo el equilibrio perdido.

La homeostasis perfecta es muy difícil de alcanzar. Puede arruinarla la mala digestión provocada por una comida excesiva. Tampoco es grave. Se toma usted un antiácido y el equilibrio no tardará en volver. Un día se levanta usted estupendamente, lleno de vitalidad, pero recibe al poco una mala noticia que se traduce, pongamos por caso, en un dolor de cabeza.

Yo qué sé.

El cuerpo y la mente realizan minuto a minuto un esfuerzo titánico para que las fuerzas de las que estamos compuestos se lleven bien o lleguen a acuerdos que nos permitan sacar adelante cada una de las jornadas de nuestra vida. Quiere decirse que la homeostasis es un milagro, un prodigio, una maravilla. El solo hecho de que nuestro cuerpo de mamíferos superiores se mantenga a la temperatura constante de 37 grados, haga frío o calor fuera, requiere de la existencia de unos mecanismos de control extraordinarios. Tenemos fiebre a veces, cierto, pero, apenas detectada, el sistema inmune se poner a trabajar para restablecer los niveles normales, con éxito en la mayoría de las ocasiones.

Una sociedad homeostática no es una sociedad sin problemas, sino aquella en la que los dispositivos reguladores actúan para reponer la salud o para que su ausencia no alcance niveles excesivamente patológicos. Y en eso parece que estamos inmersos (e inmersas) como sociedad ahora mismo. Lo normal sería que triunfara el buen rollo.

Suscríbete para seguir leyendo