360 grados

Israel no respeta a trabajadores humanitarios ni a periodistas

Israeli soldiers take position in the Gaza Strip

Israeli soldiers take position in the Gaza Strip / ISRAEL DEFENSE FORCES

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

No cabía esperar que un Estado como Israel que lleva décadas incumpliendo impunemente una tras otra todas las resoluciones de la ONU fuese a respetase a quienes para esa organización se dedican a tareas humanitarias.

En el transcurso de sus ataques indiscriminados contra Gaza, que no han respetado en ningún momento escuelas ni hospitales, han muerto más de un centenar de colaboradores de las Naciones Unidas.

Se trata del conflicto que más víctimas ha costado a las agencias de la ONU, entre ellas la encargada de administrar los campos de refugiados palestinos en Oriente Medio (UNRWA, por sus siglas en inglés).

Maestros, médicos, enfermeros, psicólogos, técnicos e ingenieros de ambos sexos han sido víctimas de los bombardeos inmisericordes del Ejército de un país decidido a vengar la humillación nacional que supuso el ataque por sorpresa de Hamás del pasado 7 de octubre.

Muchos de esos trabajadores murieron en sus hogares junto a miembros de sus familias; otros, en las escuelas y hospitales donde trataban de prestar ayuda a la población palestina.

Mientras tanto, por falta de agua, de medicamentos y de combustible, los hospitales gazatíes, entre ellos el Al-Quds, no pueden ya atender a los centenares de pacientes que acogen o a los ciudadanos expulsados de sus hogares que han buscado en ellos refugio.

Las incubadoras han dejado de funcionar, lo que supone la muerte de numerosos recién nacidos, pero ¿qué puede esto importar al Gobierno israelí si se trata sólo de criaturas árabes?

Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, reunidos últimamente en Luxemburgo, sólo han podido ponerse de acuerdo en solicitar a Israel ‘pausas humanitarias’ que permitan prestar ayuda o evacuar a los civiles.

El jefe de la diplomacia europea, el socialista español Josep Borrell, acusó, por su parte, a Hamás de utilizar como «escudos humanos» los hospitales y a quienes allí se han refugiado.

Es el mismo argumento que emplea Israel para justificar lo injustificable porque si bien la legislación internacional prohíbe tal abuso de los civiles por parte de Hamás, caso de que sea cierto, también condena el bombardeo indiscriminado de un hospital porque sospecha de la existencia allí de miembros de ese grupo que califica de «terrorista».

Mientras tanto, el Gobierno alemán sigue en sus trece, oponiéndose, por ejemplo, a la petición del jefe del Estado francés, Emmanel Macron, de que se declare en la Franja un «alto el fuego» inmediato.

La jefa de la diplomacia alemana, la verde Annalena Baerbock, rechazó una vez más un alto el fuego con el argumento de que pondría en peligro la seguridad de Israel, lo único que parece preocupar a Berlín.

Pero en ese rechazo no está sola la dirigente verde, sino que lo comparten el canciller socialdemócrata, Olaf Scholz, y su correligionario y presidente del comité de Asuntos Exteriores del Bundestag, Michael Roth.

Mientras tanto, Israel continúa impertérrito su práctica de amedrentar a los medios para evitar que se sepa lo que ocurre realmente en Gaza.

Hasta ahora, según el Comité para la Protección de los Periodistas, han perdido allí la vida cuarenta periodistas y colaboradores.

Y de creer al periódico libanés Al-Ajbar, el Ejército israelí ha amenazado de muerte a los periodistas de la emisora Al Yaziira, la que mejor está informando sobre lo que allí sucede, si no abandonan Gaza.

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