Opinión | Notas de domingo

Euforias

Lunes. Ignacio Camacho ha publicado Retratos para la eternidad (Reino de Cordelia), una recopilación de obituarios publicados en ABC durante décadas. Magistrales. Umbral, María Teresa Campos, Manuel Alcántara, Anguita, Saramago, Gento, Hugo Chávez, Isabel II de Inglaterra... La prosa de Camacho es precisa y afilada, sesuda pero amena. Un libro para guardar y releer en este país en el que ya dijera Rubalcaba (Camacho también escribió su obituario y está en este libro) que se entierra muy bien. Los obituarios son un género atrayente que si los ejecuta un mediocre resultan una loa al muerto que muere sin defectos ni pecados. Recuerdo en mi adolescencia un volumen de Néstor Luján que había en la biblioteca de casa. En la cabecera de los grandes personajes de la historia, se titulaba. En Planeta. Ahí el erudito Luján nos contaba la vida de cada uno de esos personajes pero sobre todo cómo y de qué murió. Una delicia algo truculenta que, creo, se publicó antes por entregas en una revista literaria para médicos: Jano. El prólogo al libro de Camacho lo hace José Luis Garci: «La maestría de Ignacio consigue que creas que sus elegías han sido escritas para la voz de Orson Welles». El chiste no es mío pero lo traigo aquí: de una muerte puede salir un texto inmortal.

Martes. Hay cierta alegría en el hecho de indagar en la nevera, para la cena, y no encontrar avíos para una ensalada. Es como que uno se indulta del pecado de tener que cenar, ejem, otra cosa. Me divierto bastante con Bellas Artes, serie de Movistar, protagonizada por Óscar Martínez en el papel de un veterano cultureta que logra el puesto de director de un museo nacional. Sumido en el caos y con unos empleados peculiares. Sacristán hace un cameo, si es que es solo un cameo, espectacular. Me gustaría alguna vez mandar a la mierda a alguien como él lo hace en una escena en la que se dirige a Martínez. Qué temple, qué energía, qué dicción.

Miércoles. Plató. Canal Málaga. Conectan con Mariela Checa, presidenta del Colegio de Piscólogos. Comenta un estudio que habla sobre las causas de ruptura de las parejas. Una de ellas puede ser el desorden. Cuando Paula Mercado, la conductora del programa, me pregunta si yo dejaría a alguien por desordenada le digo que más bien el dejado sería yo. Estoy tentado de pronunciar la frase aquella de Nietzsche, «el orden es la virtud de los mediocres», pero no sé si va a crear demasiada controversia. La gran causa de las rupturas es la infidelidad, nos dice Checa. Le pregunto por la rutina como elemento silencioso, pertinaz y agrietador de las relaciones. Me viene a la cabeza una novela de Salter que va de eso, como tantas, por otra parte: sobre la corrosión silenciosa que supone el día a día. En fin, que hay que currárselo every day. Ordenadamente.

Jueves. No parece que fue ayer. El tiempo hace su trabajo ajeno a nuestra voluntad. Diez años ya. Me sorprendo diciéndole frases que mi padre me decía a mí. El círculo se va cerrando. O agrandando. Hay un alboroto de familia a la tarde, de selfies, palmeras de chocolate, planes, soplo de velas. De entre las modalidades de la euforia, naturales o provocadas, un cumpleaños infantil no desmerece.

Viernes. A ver si con tanto ajetreo nos vamos a olvidar de la palabra contumacia.