Opinión | Notas de domingo

Pantalones rojos

La placa del paseo Periodista Rafael de Loma.

La placa del paseo Periodista Rafael de Loma. / L. O.

Lunes. Restaurante María. Pintor Sorolla. Hoy o un día de estos. El arquitecto Salvador Moreno Peralta y el economista y escritor Juan López Cohard se están atizando un dry martini canónico en vaso reglamentario y aceituna de tamaño correcto. Como los que se toma su amigo José Luis Garci. Como los que tomaba Manuel Alcántara, en cuyo córner están sentados. Sobre la mesa se hallan las galeradas del libro de viajes (Italia) que va a publicar Cohard, hombre que se ha entregado ya también a la esclavitud placentera del columnismo. Corrigen, comentan y dan sorbos mientras esperan, tal vez un arroz o un bacalao. Pero antes que el bacalao o el arroz llego yo, que saludo con timidez y soy recibido de forma muy cálida. Se trenza una grata conversación y hasta se esboza algún proyecto. Vuelvo a mi mesa, donde la compañía no les va la zaga en cuanto a interés y espíritu renacentista. Hay que elegir el vino. Acaba de llegar la ensalada. Entra una actriz.

Martes. A veces se te atraganta un libro como se te atraganta el hueso de una aceituna. Hay libros que tienen planteamiento, hueso y desenlace. Y ni siquiera tienen sabor a anchoa. Cuando te atragantas lo mejor es tener a alguien cerca que te ayude a expulsar el bolo, pero si te atragantas con un libro en mitad de la noche, la solución es más difícil. Sí, te puedes dormir, pero a ciertas edades no duerme uno a voluntad, hay que pedir permiso al insomnio, a las preocupaciones y a los fantasmas. El menú del crítico literario incluye prólogo, novela, bebida, pan y postre aunque el postre es el cobrar. Y como tantas veces no se cobra pues el crítico adelgaza y por eso no hay críticos gordos salvo que sean pluriempleados y tengan trabajo en una compañía de seguros, en un concesionario de coches o en un bar. Donde a lo mejor sirven aceitunas que atragantan a otro crítico que ha ido a tomar una cerveza y que ha pedido aceitunas porque no puede permitirse una chuleta con patatas.

Miércoles. Se llama Paseo Rafael de Loma y hace esquina con el boulevar Adolfo Suárez. La zona tiene vida, un colegio, un parque infantil, una parroquia, el trasiego de un lugar fronterizo en plena ciudad de siempre. Mi señor padre ya tiene una calle en Málaga. El orgullo es máximo. Y la presión que siento no es pequeña: su padre, mi abuelo Pepe, linotipista que fue en el diario El Faro de Ceuta, tiene una calle también. En esa ciudad. Yo no sé si estoy haciendo méritos para seguir la saga y la tradición y no creo que me pongan ni una esquina pero aliento a mi hijo a que sea un hombre de provecho a ver si seguimos alimentando el callejero aunque nos saltemos una generación. Paseando pienso en mi padre, en su legado y en que la inmortalidad, si la hay, es que te recuerden. Mucha gente a partir de ahora dirá nos vemos en Rafael de Loma. Allí te espero. En algunos de los bancos quizá se sienten unos enamorados y se besen y recuerden para siempre en qué calle floreció su pasión.

Jueves. Pantalones rojos ¿Cómo lleváis esa asignatura?

Viernes. Miguel Primo de Rivera, tema recurrente en la Selectividad, dice el titular. España es un país en el que cuando afrontas algún examen importante te cae un dictador casi seguro. A las generaciones futuras tal vez les pregunten por la dictadura de la Inteligencia Artificial: cuándo fue derrotada, en qué lugar tuvo la batalla más importante, quién dirigía las tropas humanas. Contestarán, entregarán el examen y se volverán en su nave a Marte.