Opinión | Viento fresco

Cambios y gazpachuelo

La inteligencia es la capacidad de adaptarse a las situaciones nuevas, aunque ahora más bien la inteligencia es saber manejar la Inteligencia Artificial

Deshacer hábitos, una necesidad, pero a veces una necedad.

Deshacer hábitos, una necesidad, pero a veces una necedad. / Álex Zea

La inteligencia es la capacidad de adaptarse a las situaciones nuevas. Aunque ahora más bien la inteligencia es saber manejar la Inteligencia Artificial. Pero por mucho que sepamos eso, la necesidad de adaptarnos a los cambios, hay a veces algo instintivo e incluso racional en resistirse a ellos. Tirar esos viejos zapatos, con los que tantos pasos (y pisotones) dimos. Deshacernos de esa camisa que tanta suerte nos dio y que siempre creemos (oiga, no pluralice) que nos puede valer un día más. Ese coche al que le hemos tomado cariño, incluso sin estar tiesos y poder comprar otro, aquel recuerdo, ese libro, tantas cosas cotidianas.

Eso, incluso con Ikea alentando el desalojo de esos sentimientos de apego, en plan, cómprate ya una lámpara nueva y funcional, hombre, que la tuya de toda la vida ya no da más que penumbra, disgustos y depresión. Los cambios. Parafraseando a Unamuno: qué cambien ellos. No todos los cambios son para bien ni toda resistencia es nostalgia o cerrilidad. Hay cambios que se nos imponen y que nos hacen más incómoda la vida. Hay que operar en el banco a través de aplicaciones, el móvil, internet o engorrosos trámites cibernéticos para mayor comodidad del banco. Hay que echarse la gasolina para que la empresa petrolera pueda tener menos empleados, hay que ir a presentar el papel en la otra ventanilla porque sí y si no vuelva usted otro día. Hay que eliminar el cóctel de gambas porque no es cuqui y hay que variar la receta de la paella no vaya a ser que nos acostumbremos al buen sabor de la de toda la vida. Estos ojos han visto gazpachuelos con trocitos de entrecot.

Confundir cambio con evolución es como confundir progreso con tocar los bemoles. Hay gente que cambia más de criterio que de ropa pero hay gente que no varía de criterio en su vida y entonces van a todos los sitios con su dogma, el dogma de copiloto, el dogma en la mochila, el dogma en la maleta, en la cocina y en las conversaciones.

Hubo quien ganó unas elecciones apelando al cambio tranquilo y hay quien vive en su mundo y se la pelan los cambios. «Por el cambio» es un eslogan mítico y típico en política. Funciona siempre y cuando se esgrima y use a tiempo. En el momento justo: cuando la gente percibe de verdad que hace falta un cambio, no cuando un líder político considera que cambiar al que manda para ponerlo a él es lo ideal.

Has cambiado, dice un miembro de la pareja al otro como excusa o argumento para mandarlo a tomar viento fresco, que es el título de esta sección, que un día también entendió que necesitaba un cambio y mudó de nombre. Pese a lo que decía Gracián, las empresas de mudanza han florecido y hacen negocio, aunque solo sea transportando los enseres a un piso más pequeño y extrarradiante desde uno más grande y céntrico, a causa del subidón de los alquileres. Eso sí que ha sido un cambio: los precios de la vivienda. Se hacen leyes sobre la vivienda en lugar de hacer viviendas. Aspiramos a vivir tranquilos y también a administrar la vertiginosidad que pudiéramos experimentar. Vano empeño.