En los albores del concurso de coplas en el Teatro Alameda pasa lo que es casi una tradición. Los de toda la vida están, esos no fallan nunca, pero el resto de butacas se ocupan dependiendo de lo que toque en ese momento en el escenario. Es lógico, ¿no? Cada murga y cada comparsa tiene a sus incondicionales y la legión tiene que apoyar a sus emperadores, ese ardor guerrero se superpone en buena parte de las ocasiones a las voces de los participantes en el concurso de canto. Más de un comparsista se ha quedado a un paso de subir a las tablas, pero ha demostrado desde su butaca su potencia pulmonar. Oooooole. Cuando los grupos participantes vienen de allende Las Pedrizas el escenario se convierte en otra historia. Ni mejor ni peor, distinta. Los quéguapoestácuñao se convierten en silencios y aplausos al estilo operístico que vienen a agradecerse entre la también necesaria algarabía localista. Las preliminares dejan patente lo importante de la existencia de una base sobre la que edificar esta iglesia carnavalesca. Para que el Alameda no tenga una sola butaca vacía, hay que recordar que existe una iniciativa de Malakatown.es que ha hecho suya la Fundación del Carnaval y que consiste en la rotación de entradas a través del hashtag tuitero #mesobraunaentrada para que los que se marchen del teatro cedan su sitio a algún carnavalero callejero que esté solo, fané, descangallado y sin entrada. Después del calentamiento empezamos a entrenar. Preliminares van?