Los sueños se hacen realidad. O eso deben pensar los hermanos de la cofradía salesiana, que vieron este Miércoles Santo salir a sus titulares por primera vez del interior de su casa hermandad. Fue un momento especial, único. Nazarenos y portadores emocionados. Sin duda, una estación de penitencia la de 2018 que quedará guardada en la retina y en el corazón de más de uno.

Negro riguroso, cirios tiniebla, trono de madera tallada oscura y un grupo escultórico que representa un momento clave de la Pasión. Incluso la forma de comunicarse entre los nazarenos, con los golpes secos de bastones de madera en el suelo, nada que ver con el habitual tintineo de las campanas, muestra una forma diferente de concebir la Semana Santa.

La hermandad se hacía a las calles a las 16 horas con el sol en todo lo alto y con el espíritu de Don Bosco siempre presente. Ya lo está en la labor docente del colegio San Bartolomé y, cada día, en la hermandad capuchinera del Cristo de las Penas.

Los nazarenos volvieron a salir desde el Santuario de María Auxiliadora. El trono, en el que el Señor nos llega a su Madre, la Virgen, desde la casa hermandad, situada justo enfrente del Santuario. Silencio y expectación entre el numeroso público para ver la salida. Antes, una devota le cantaba una saeta a pie de trono hasta que las imágenes atravesaron la puerta con el único sonido de la marcha, 'El enviado de Dios', interpretada por la banda de cornetas y tambores del Cautivo, que repetía un año más tras el crucificado.

La Virgen del Auxilio, en su mano derecha, lucía un nuevo pañuelo de encaje de bolillos realizado a mano por una devota. El ángel situado en la cola del trono, que cada año porta un elemento alusivo a algún acontecimiento o efeméride, llevaba una reproducción, en tamaño reducido, del característico templete que cobija a Santa María de la Victoria. El motivo de esta reproducción, que ha sido cedida para la ocasión por la hermandad del Carmen de Pedregalejo, es conmemorar el 75 aniversario de su coronación y el 150 del patronazgo en la Diócesis de Málaga.

El misterio del Señor de las Penas de los Salesianos discurría así detrás de una numerosa sección de nazarenos. Sin prisa pero sin pausa, el cortejo mantenía una perfecta compostura fúnebre y avanzaba en dirección a la plaza, donde aguardaban con sus guiones el Dulce Nombre, el Prendimiento y la Pastora. Flores variadas, moradas y rojas, a los pies del Crucificado, que ya bajaba Capuchinos hasta la capilla de la Piedad.