Mientras hay vida y esperanza, pero la lluvia puede siempre con la paciencia de los cofrades malagueños. Ayer, hizo perder la compostura a más de uno y, por ejemplo, mientras que en la salida de Humildad y Paciencia todo era alborozo, poco más de una hora después el agua persistente, que se empeñó en aguar la fiesta, les obligó a dar la vuelta en el entorno de la estación de autobuses. La ilusión era tanta que un niño de corta edad preguntó hasta en diez ocasiones a los periodistas a qué hora salía el trono. La lluvia destrozaría los ánimos de tan insistente mini cofrade. En el ciberespacio, por aquello de las redes sociales, muchos entendidos comenzaban a criticar a las hermandades que, como la propia de calle La Unión o Dulce Nombre, habían salido asumiendo el riesgo que siempre entraña una decisión de este tipo con el cielo revuelto.

En las inmediaciones de la casa hermandad del Huerto no hubo ese problema. Se retrasó la salida, y el sol era de justicia. El problema fue que uno de los pequeños monaguillos encargados de darle al incensario lo hizo con mucho ahínco, tanto que un señor comentó que, cuando fuera mayor, el esforzado esparcidor podría dedicarse a ahumar salmón en Noruega entre las risas generalizadas. Por cierto, que la Agrupación de Cofradías ha repartido acreditaciones a los periodistas para que la gente, y la policía, les dejen hacer fotos y moverse más libremente en las salidas, encierros y demás bullas típicas de estas fechas. Pero hete aquí que hay gente a la que no le gustan las tarjetitas que, saltarinas, se bambolean en el cuello de plumillas y fotógrafos y los llaman enchufaos o les dicen: «Quítate de ahí que no veo».

Ayer también pudo verse a los primeros niños con enormes bolas de papel albal que, el Domingo de Resurrección, estarán repletas de cera para que los angelitos recuerden el resto del año lo que es la Semana Santa. Uno de los pequeñajos peticionarios de cera pedía insistentemente a un nazareno que le hiciera caso y este le dijo: «Me tienes que pagar», a lo que el insistente renacuajo respondió con indiferencia ante las risas de los padres.

Por cierto, que hay que tener cuidado estos días con los escaladores de muros. En la Explanada de la Trinidad, justo cuando la Salud salía y no cabía un alfiler en la plaza, varias mujeres con faldas muy cortas observaban las maniobras de los tronos con mucha atención. Al bajarse, a una de ellas le jugó una mala pasada tan escueta prenda y casi se rasga. Los amigos tuvieron que ayudarlas a bajar mientras algunos mirones recibían los improperios de las afectadas. Ayer también constatamos algo que ya intuíamos: hay gente que vive la Semana Santa a través del móvil. Parece casi imposible que alguien observe la evolución de un trono en la calle si entre la retina y la imagen no hay un móvil de última generación o una tableta -y no de chocolate-. Son los nuevos «cangrejos», que acompañan a los tronos en su avance imparable por las calles malagueñas. Y otro año más fuimos testigos de las primeras bullas, de las quejas por la lentitud del que va delante, aunque tenga 80 años, de las sillas en Carretería impidiendo el paso al transeúnte cual manada de guardias pretorianos, y de los nazarenos que se visten fuera de la casa hermandad.