Estudio

“Si vis pacem, para bellum': creación y semblanza de la Legión Española

El llamado Credo Legionario, entendido por el teniente coronel don José Millán Astray como …“la base espiritual de la Legión, médula y nervio, alma y rito de ella”, marcará la mayor diferencia entre la Legión Española y cualesquiera otras Unidades Militares

Así será el traslado del Cristo de la Buena Muerte por la Legión

Himno de la Legión en el traslado del Cristo de la Buena Muerte

Miguel Ferrary

Juan de Dios Segura Baena

Juan de Dios Segura Baena

España cerró el siglo XIX -asaz convulso para nuestra Patria- terminando de perder sus colonias de ultramar, pues 1898, por la guerra con los Estados Unidos de Norteamérica, daba fin a nuestro dominio en Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, restos de aquél Imperio sobre el que alguien dijo que “Nunca se ponía el sol”; quedando para la memoria histórica de nuestra Nación la adjetivación para tales derrotas militares como “El Desastre del 98”. Tanto la acción de los políticos como la del Ejército, quedaron en entredicho para la sociedad de la época. Los políticos, como era de suponer, muy suyos, culparon al estamento militar el cual y según ellos, no había sabido responder adecuadamente al conflicto bélico. Por su parte, los militares, a juicio de éste autor, con fuertes dosis de razón, inculpaban a los políticos, pues, al parecer, aquéllos, ni aplicaron las medidas de reformas políticas, sociales y económicas, atendiendo a las demandas que formulaban a Madrid dichos territorios, que se habían posicionado en clara rebeldía independentista de España, para evitar el conflicto armado y por ende “El Desastre”, ni dotaron a los Ejércitos de los medios necesarios, acordes en todo caso con el conflicto, ni proyectaron, ni gestionaron una paz honrosa –a los políticos me refiero, claro está-

Aún, permítaseme la licencia, lamiéndose las heridas de “El Desastre”, los diferentes estamentos, la Corona, con el Rey como actor principal, la clase política de la época con el Gobierno a la cabeza, los militares, empresarios, terratenientes, la propia Iglesia, en suma, los poderosos del momento, al margen de la intelectualidad de la época, que se volcaba en un regeneracionismo, en todos los ámbitos, como fórmula para sacar a la Nación de la postración y decadencia en que se encontraba, y al margen, aún, del pueblo llano, quisieron escuchar con buen oído las propuestas que le formulaban al Gobierno de turno, Francia –impelida por Inglaterra- de participar en lo que realmente era la partición colonial del Imperio Marroquí, al margen de como se quisiera presentar por las potencias europeas de la época tal hecho, ofreciéndole Francia a España, a modo de “Protectorado” la oportunidad política de asentarse en la franja norte marroquí, configurada por el Rif, ofrecimiento que, desde un principio fue muy valorado por los estamentos citados, ya que para algunos, España de tal manera, podría disponer de “un pequeño Imperio”, y así, poder contar, entre las naciones europeas potencias del momento, saliendo de tal suerte del ostracismo político y de la decadencia en que se hallaba. Y en honor a la verdad, ha de decirse, que la posibilidad en cuestión, fue así mismo, muy valorada por los Ejércitos. Éstos, apreciaban el ofrecimiento franco-inglés habida cuenta de que, sin duda alguna, en la empresa que suponía la “Acción Española de Protectorado”, los Ejércitos vendrían a desempeñar, a todas luces, un papel importantísimo, ya que de alguna forma, podrían desquitarse del mal sabor por lo acaecido en 1898, recuperando el prestigio perdido y sin lugar a dudas, a la oficialidad determinada por los únicos militares profesionales, les posibilitaría realizar unas carreras, digamos, más aceleradas o de mayor éxito, aplicando para tales supuestos, en contrapartida del acierto, arrojo y bravura en el combate, la justa alquimia de la fórmula castrense de méritos de guerra.

De tal suerte, y conforme a los Tratados Internacionales al efecto, y muy especialmente a lo acordado en la Conferencia de Algeciras, de 1906, y el Tratado franco-hispano de 27.11.1912, España quedaba “autorizada” por Francia para establecerse como Nación Protectora en la franja norte del Imperio Xerifiano, conocida por el mundo occidental como “El Rif”, -todo una leyenda- de unos 25.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente, cuyo mayor atractivo para el capital inversor, era la extracción minera de su subsuelo, ya que para la agricultura sólo era apto, en torno al 15% de su superficie. Conformada por cuatro territorios: el Rif, propiamente dicho, el Kert, la Gomara y la Yebala, y asentada en ellos, una población en la época, en torno a los 500.000 habitantes, de etnia bereber, la más belicosa e indomable del Imperio Marroquí, y para cuya Acción de Protectorado, habría de llevarse a cabo, previamente, la pacificación de dicho territorio; pacificación que como habrá de señalarse por éste autor, no resultaría fácil, en absoluto, pues habría de costarle a España, por boca de don Miguel Primo de Rivera -investido a la sazón con el erróneo beneplácito de Don Alfonso XIII, con la excepcional toga de la Dictadura- al término de las operaciones y tras 15 años de guerra, …”40.000 vidas y de cuatro a cinco mil millones de pesetas de la época”. Precio éste, estimado lector, convengamos, a todas luces, nada baladí.

Durante la aventura marroquí, el coste humano, entre muertos, heridos y mutilados, hicieron crecer un importantísimo rechazo del pueblo llano a la empresa marroquí, cuyas raíces, habían desarrollado un frondoso árbol de oposición y negación a la intervención española en Marruecos, siendo alimentado constantemente y espoleada su frondosa copa por la extrema izquierda, haciendo ver al pueblo que muertos, heridos y mutilados, eran puestos, en su gran mayoría sobre la mesa de la Acción Protectora española, por las clases humildes, vía cupo de reemplazo, ya que las acomodadas, podían librar a sus hijos del Servicio de Armas, mediante el pago de una determinada cantidad. Ésta, digamos, redención a metálico era tan odiada como rechazada por la opinión pública, la cual, encontraba su medio de expresión en cuantas manifestaciones le daban la oportunidad. A su vez, con voz prestada, en su mayoría, por los políticos de izquierdas, clamaban contra tamaña injusticia en el Congreso.

De la humillante derrota que supuso para los Ejércitos “El Desastre del 98”, así como de la situación creada de injusticia social por la guerra de Marruecos, y la contestación pública contra tales hechos, nace la idea de la necesidad de reorganizar el Ejército. Ello, y como factor de suma importancia, el evitar el mayor número de bajas posible en combate de soldados de reemplazo, a fin de atemperar las voces de rechazo que tan injusta situación encontraba, constituyendo con tal objeto dentro del Ejército, una Unidad de élite, conformada por soldados profesionales voluntarios, quienes habrían de llevar el mayor peso de los enfrentamientos en vanguardia.

De entre los muchos oficiales de alto rango que hacen suya la idea de reorganización del Ejército, acaso quien más visualiza la necesidad de tal reorganización es don Valeriano Weyler, brillante militar, quien en 1901 ocupa la Capitanía General de Castilla la Nueva, y ostentará la titularidad del Ministerio de Guerra en tres ocasiones; alcanzando el grado de Capitán General el 23 de enero de 1910, y ocupando el cargo de su mismo rango, Capitán General de Cataluña hasta 1914. Siendo nombrado Jefe del Estado Mayor Central (EMC) el 24.1.1916, “coincidiendo con su mandato con los inicios del proyecto de reorganización del Ejército”, estructurada la citada reorganización castrense, por la Ley de 29 de junio de 1918, si bien no pudo llevarse a cabo, por cuanto requería la creación de un “Ejército Colonial de África”, si pudo dar amparo legal a la redacción de una estructura organizativa de la Unidad Militar o Fuerza, instada y requerida por el Estado Mayor Central (EMC), cuya base de operaciones la contemplaba, ubicada en las posesiones españolas en el norte del África. Y, derivándose de éste proyecto, la idea, a modo de prueba o ensayo de una compañía legionaria que habría de ubicarse en Ceuta. Hablamos, estimado lector, del inicialmente denominado, Tercio de Extranjeros, y con posterioridad, Legión Española.

La Legión y el traslado del Cristo de la Buena Muerte | Jueves Santo 2023

La Legión y el traslado del Cristo de la Buena Muerte / Gregorio Marrero

Antecedentes: proyecto de creación y organización de la Legión española

Hay quienes buscando antecedentes eventuales próximos al Tercio de Extranjeros, como otros gustaban denominar a la Legión Española, han venido a señalar a la Unidad conformada por los “Cazadores de Valmaseda”, como antecedente de la Legión; otros, han querido ver antecedentes de ella en las Unidades llamadas “Contraguerrillas rurales de Puerto Príncipe”, y aún aquéllos otros que han considerado como antecedentes de la singular Legión Española, a las “Unidades de Regulares”, y no, éste autor no comparte tales opiniones, pues si bien cabría admitir ciertos factores como antecedentes, son los más aquéllos que apuntan a diferenciar la Legión de tales Unidades, y no es, precisamente la búsqueda, en puridad de tales antecedentes, el motivo del presente trabajo; sí, lo es, de contrario, el de trazar sobre éstas páginas, el contexto histórico en el que nace y una cierta semblanza de la Legión, a partir de su creación, cual es, la asunción por España de la Acción de Protectorado sobre la legendaria franja rifeña a la que he citado anteriormente; conforme al Tratado suscrito con Francia el 27.11.1912, de anterior referido. Por tanto, habrá éste autor de señalar no únicamente la Unidad Militar de referencia para su creación, sino aquéllos oficiales generales, jefes y oficiales que, impulsaron desde el primer momento la creación de la singular y valerosa Legión Española, unos, otros, quienes la crearon, en su primera época, y otros, quienes la dirigieron y la proveyeron de un amplio espíritu de hermandad, respeto y caballerosidad, bonhomía, ilimitado sentido del sacrificio por nuestra Patria, disciplina y bravura, en todos y cada uno de los combates que les asignaba el mando. Vuele, pues, hacia ellos –hoy, hombres y mujeres- el más firme y humano reconocimiento de los españoles.

Con su forma de combatir, caballerosa e implacable a la par, la Legión Española advertía “a quienes pudiera interesar” -como diría nuestro inmortal Blasco Ibáñez- que los objetivos de España, allí, donde le fuere señalada la lucha, -inicialmente en los territorios de influencia española en Marruecos- iban a ser defendidos, en todo caso, hasta el último de sus hombres, ello, conforme se desprende del “espíritu legionario” de su credo.

Cambio de guardia de la Legión en Mena el pasado sábado.

Cambio de guardia de la Legión en Mena el pasado sábado. / Eduardo Nieto

El camino hacia la consecución de la Legión Española lo abre el Proyecto de Ley para la Reforma del Ejército, articulada por la Ley de 27 de junio de 1918, así como el Proyecto de creación del ejército colonial de África, y un conjunto de sucesivas reformas, que permitirá contar con soldados de tropa pagada, voluntarios profesionales, nacionales y extranjeros, en consecuencia, con tal supuesto, se podría crear una compañía de legionarios. La idea, fue apoyada desde un principio por altos mandos militares, de entre ellos y de los de mayor peso dentro del Ejército, teniente general, don Severiano Weyler, como jefe del Estado Mayor Central (EMC) del Ejército; comandante de Estado Mayor, don José Doménech y Vidal, incansable trabajador en pro del proyecto, desde su puesto en el Ministerio de la Guerra; don Antonio Tovar y Marcoleta, Ministro ( 20.7.1919) quien apenas pisar el Ministerio, solicita del Estado Mayor Central (EMC), en fecha 16.8.1919, informe acerca de la creación de una Unidad de Legionarios, y con el decisivo y definitivo impulso de don Luis de Marichalar y Monreal, Vizconde de Eza, éste como político, ejecutor del proyecto, al dotarlo de los recursos necesarios.

A decir verdad, se sumaran al proyecto, todos con mayor o menor acierto, los distintos Ministros de la Guerra, entre ellos, don Manuel Allende Salazar, don José Villalba Riquelme, don Luis de Marichalar y Monreal, Vizconde de Eza, como ha quedado dicho. Pero es a partir del interés mostrado por Tovar y Marcoleta, cuando pasándose –permítaseme la licencia, estimado lector- del cansino papeleo a la acción, ya que con fecha 11 de octubre de 1919, el comandante don José Millán Astray, incansable luchador en pro de la consecución de la Legión, y que, con todo mérito, habrá de ser su primer jefe, queda autorizado a desplazarse a Argelia, para que, en Comisión de servicio, estudie la organización de la Legión Extranjera francesa, como Unidad o Fuerza de referencia. Y así lo hace éste jefe, profundamente enamorado del proyecto y de la gestión del mismo, lo que le hizo más llevadero los inevitables e interminables y obligados paseillos y las consiguientes esperas por plantas y despachos del Ministerio de la Guerra, recordando al rosario de mandos de la conveniencia o necesidad, de la promulgación o corrección de tal o cual norma o aspecto del proyecto, al objeto de su impulso.

Tras diversos retrasos, obligados ¿cómo no? por circunstancias políticas, ( Desde la primera norma hasta la publicación de las reglas por las que habrá de regirse el Tercio, transcurrieron 14 meses, y pasaron por el Ministerio de la Guerra, 4 Ministros) al fin, se promulga el Real Decreto de 31 de agosto de 1920, imperativo de aplicación del de 28 de enero del mismo año, disponiéndose de tal suerte por el Ministro de la Guerra, con la aprobación del Consejo de Ministros, …”la creación de un Tercio de Extranjeros”. En su artículo 1º, se enunciaba, …”Se procederá desde luego a la organización de la citada Unidad, fijándose por el Ministro de la Guerra los efectivos, haberes y reglamento por el que ha de regirse.” Al jefe que tanto luchó por la creación de la Unidad Legionaria, comandante Millán Astray, inmerso en el estudio de cuanto pudiera referirse al Tercio de Extranjeros, así como en cuantas gestiones fueran necesarias realizar para su consecución, por mérito propio, se le asciende al empleo de teniente coronel, por cuanto el titular de la Cartera de Guerra, Vizconde de Eza, opinaba que el jefe de la Unidad Legionaria, debía de ostentar dicho rango; y el día 3, se publicó la orden por la que, con toda justicia, se le nombraba Jefe de la nueva Unidad. La Legión Española, si bien inicialmente, denominada Tercio de Extranjeros, acaso queriendo recordar a aquéllas Unidades de Infantería que constituyeron los Tercios de Flandes, que tantas y tantas victorias cosecharon para la Monarquía Hispánica. La Unidad, primeramente con la denominación de Tercio de Extranjeros, para posteriormente trocar su nombre en el de Legión Española, comenzaba a escribir su propia historia. El 11 de setiembre, su jefe, Millán Astray, se incorpora en Ceuta, en el acuartelamiento previsto para el Tercio de Extranjeros, y el día 20, es recibido el primer alistado. Es pues, el 20 de setiembre de 1920, la fecha en que cuenta el orbe legionario como la de inicio de la vida de la Legión Española. Su primer jefe, Millán Astray, reconoce para la historia de la Unidad, y así lo hace saber, como fundador, al Ministro de la Guerra, don Luis de Marichalar y Monreal, Vizconde de Eza, y el estamento militar en su conjunto, incluida la Legión, a Millán Astray como su organizador y quien la puso en marcha. Todo ello sin olvidar la enorme tarea llevada a cabo para plasmar de forma operativa los ideales del fundador, realizada por un jovencísimo comandante ferrolano, Francisco Franco Bahamonde, 2º jefe del Tercio, valiosísimo colaborador de Millán Astray, quien andado el tiempo –el azar lo enreda todo- habría de escribir en primera persona unos cuarenta años de la Historia de España.

La Legión y el traslado del Cristo de la Buena Muerte | Jueves Santo 2023

La Legión y el traslado del Cristo de la Buena Muerte / Gregorio Marrero

Semblanza de la Legión española

La Legión Española, inicialmente denominada Tercio de Extranjeros, como se ha señalado anteriormente, nace desde el primer momento, con caracteres propios, singulares y claramente diferenciadores respecto al resto de las distintas Unidades que constituían el Ejército español. Si bien, ha de reconocérsele cierto parecido con las Unidades de Regulares, fundadas por él a la sazón, teniente coronel de Caballería, don Dámaso Berenguer Fusté, de una parte, y de otra, con la Legión Extranjera francesa. Inicialmente, queda establecido que su ámbito de operaciones puede incluir la geografía de influencia española en Marruecos, esto es, abarcar el Protectorado. Sus alistados, españoles o extranjeros, como simples legionarios, cumpliendo los méritos exigidos, podrían alcanzar ser oficiales, inicialmente hasta el grado de teniente, pero después se autorizará hasta el de capitán, si bien con la salvedad de que dicha oficialidad lo era, exclusivamente, para la Legión, a fin de evitar, al parecer, que aquéllos extranjeros que lograran tal rango, pudieran incorporarse como tales oficiales en otras Unidades Militares, al margen de su cuerpo de procedencia, la Legión Española. Sin duda alguna, se podría hablar de una escala de oficiales (se ha de insistir, para los extranjeros) estrictamente, legionaria.

Se requería, por parte del Estado Mayor Central (EMC), conforme a informe elaborado por éste Órgano castrense, la dedicación exclusiva de jefes, oficiales y clase de tropa de la nueva Unidad Militar, por cuanto el servicio en el Tercio de Extranjeros lo había de ser vocacional, hipotecando sus alistados su libertad en aras del servicio. El llamado Credo Legionario, entendido por el teniente coronel don José Millán Astray como …“la base espiritual de la Legión, médula y nervio, alma y rito de ella”, marcará la mayor diferencia entre la Legión Española y cualesquiera otras Unidades Militares. Compuesto por diferentes espíritus clasificados en dos grandes grupos de oraciones, las cardinales y el resto. Las cardinales o primer grupo, se refieren a la disciplina, el combate, la muerte y el honor a la bandera, y el resto, o segundo grupo, viene a referirse al valor, compañerismo, amistad, unión y socorro, marcha, sufrimiento, endurecimiento ante la fatiga y compañerismo ante el fuego. Ha de entenderse que el Credo Legionario, supone toda una filosofía de conducta para el legionario, que comprende tanto a la clase de tropa, como a suboficiales, oficiales y jefes; con niveles altísimos de exigencias, expresados en su redacción. Y que abarca desde la disciplina hasta el control del miedo a la muerte.

En cuanto a la llegada de voluntarios para ser incorporados al Tercio de Extranjeros, ha de decirse sin duda alguna que fue masiva. Tan sólo habré de señalar que en escasos 18 días, la nueva Unidad, contaba ya con 600 hombres, a diferencia con el alistamiento de 1912 de voluntarios con premio, que no pasó de ser escaso. No quiere este autor finalizar el presente artículo sin abordar, aunque de forma muy limitada, por cuanto todo artículo ha de ajustarse a un espacio, un aspecto de la Legión que le es incuestionable en opinión del que suscribe, me refiero al haber asumido en su espíritu de cuerpo, digamos si se prefiere, su carácter, primer diferenciador respecto al resto de unidades del Ejército español, la impronta de quien, cuando menos, se le reconoce, sino como cofundador –pues sería de justicia- sí como su organizador indiscutible y quien la puso en marcha. A don José Millán-Astray Terreros, me refiero. Un hombre, un militar, cuya vida la dedicó al servicio –como el podría decir- al servicio de la Patria, sin nombrar el término España, puesto que para él, en opinión de éste autor, a la vista de su pensamiento político-militar, ambas palabras quedaban indisolublemente unidas. La Patria-España. Todo cuanto el siente como militar, queda sobradamente expuesto en el Credo Legionario, que fue, es, y seguirá siendo, un enorme haz de luces algo así como un singular faro de Alejandría que ha venido iluminando a la Legión Española, a través de su abnegada y valerosa centuria vivida, como una extraordinaria Unidad Militar de élite, totalmente actual, tanto en la paz como en la guerra. Y reconocida como una de las mejores unidades de infantería de los Ejércitos de la geografía democrática.