El viejo barrio resucita ocho días antes que su Señor. Es una historia contradictoria y paradójica, en la que Cristo sale preso y todos los demás, cautivos del Cautivo que nos hace libres. Esa sensación de cada Sábado de Pasión es única e indescriptible. El sueño parece que puede ganar una batalla que sabe que tiene perdida de antemano ante tanta emoción que se desborda. Esto solo ocurre en Semana Santa y en la Trinidad, por donde el tiempo no transcurre. Se detiene en un bucle infinito que se renueva anualmente.

Eran las siete de la mañana y aún la noche se cernía sobre la gran plaza abarrotada. No se cabía. Las cafeterías ya se preparaban para la avalancha posterior. Los ramos de claveles aguardaban en grandes cubos con agua, para ser ofrecidos a su paso. Las distintas autoridades civiles, militares y académicas ocupaban las primeras filas de un espacio acotado, aunque con todos los invitados de pie, para reducir el lugar reservado al protocolo. El alcalde, Francisco de la Torre, estuvo acompañado de varios concejales del equipo de Gobierno municipal. También de la oposición. El delegado de la Junta en Málaga, José Luis Ruiz Espejo, el subdelegado del Gobierno, Jorge Hernández, la vicepresidenta de la Diputación, Francisca Caracuel, o la rectora de la UMA, Adelaida de la Calle, estuvieron presentes, en comunión, con el pueblo, de toda condición y clase, que desde horas antes ocupaba los mejores sitios ante la fachada del templo neogótico, que una vez más sirvió de dosel de cultos inmejorable.

El obispo de Málaga, Jesús Catalá, presidió la ceremonia al aire libre. Respetuosísimo silencio tras los primeros vítores para situarse en el dintel. Una demostración más de que el público sabe cómo responder en función de lo que cada hermandad le ofrece. Auxiliado por una docena de sacerdotes y diáconos, entre ellos el delegado de Cofradías, Antonio Coronado, y el párroco de San Pablo, Manuel Arteaga, el prelado alertó en su homilía de los peligros de que los cristianos escojan una religión a la carta. «A veces sólo aceptamos las enseñanzas que nos gustan y construimos altares para adorar lo que nos conviene, despreciando las normas que la Iglesia nos ofrece para nuestro bien», dijo Catalá, que animó a los cristianos a no permanecer impasibles en los debates actuales de las leyes que tratan sobre el respeto a la vida, la justicia social, el trabajo, la familia, la convivencia... «Estamos llamados a transformar la sociedad a la luz del Evangelio», insistió el prelado.

El obispo también pidió a los cofrades que sean verdaderos seguidores del Cautivo y no sólo contemplen su imagen, que es más fácil. «Hago un llamamiento a todos los fieles, y de modo especial a los cofrades, para conocer mejor las enseñanzas del Maestro, transmitidas por la Iglesia, que es la garante de las mismas. Uno que se precie de ser cristiano no puede aceptar las ideologías que van contra la verdad del hombre y contra Dios», sentenció. Sin duda, aprovechó su sermón para aclarar y dar su versión sobre alguna de las polémicas de la Cuaresma, dejando interesantes avisos a navegantes: «Cada cofradía debe tener los resortes necesarios y el mecanismo adecuado, para resolver, de modo responsable y fraterno, cualquier problema; sobre todo, si va contra la doctrina de la Iglesia. Para corregir a un hermano, que se desvía del camino, debería ser suficiente la corrección fraterna de los otros hermanos; no haría falta ninguna intervención más», concluyó.

El traslado de los traslados

Al terminar la misa comenzó el traslado con las saetas dedicadas por los primeros premios de la 39 edición del Concurso de la Trinitaria. Lleno, como siempre. No se cabía en el viejo arrabal. En sus calles se agolpaban los devotos con ramos de claveles rojos en sus manos y conteniendo muchos el llanto. Otros no podían. Aguardaban a que pasase de camino al Hospital Civil, donde llevaría el consuelo a los enfermos. Este 2014 se cumplen 25 años de su primera visita al centro sanitario. Y 75 de la bendición de la sagrada imagen del Señor de Málaga.

Muy despacio. Abría la procesión la banda de cornetas y tambores de la corporación, que previamente había despertado a la Trinidad con su diana floreada. La Trinidad Sinfónica, que también pertenece a la cofradía, ya estaba preparada en el Hospital Civil, como los enfermos. Ellos eran el motivo principal para hacer aquella primera estación en 1989, reforzando los lazos de unión de la cofradía con el sector sanitario, ya existente con el antiguo ambulatorio de la calle Sevilla y que entonces se llamaba de Jesús Cautivo. Hoy, además, se pronuncian discursos, se canta otra vez una colombiana y las saetas más largas del mundo, probablemente también las más sentidas, a cargo de Antonio Cortés y Diana Navarro.

Tras el acto en el Hospital, continuó la marcha hacia la casa hermandad, reproduciéndose las escenas de siempre; las ofrendas de siempre, algunas ciertamente peligrosas ya que impactan de lleno en el rostro y las manos de las imágenes a las que van dirigidas; las manifestaciones de religiosidad popular de siempre... Porque cuando el Cautivo y la Trinidad se echan a andar por su barrio forman una marea de devoción sencilla pero auténtica en su torno, como todos los días del año en su capilla. Pero ayer... Ayer era Sábado de Pasión.