Día Mundial de las Ciudades

Los adolescentes, invisibilizados en la ciudad: "Hay demasiados centros comerciales y muy pocos parques y centros cívicos"

La educadora Daiana Al Azem advierte de que si en las urbes no hay espacios suficientes para los chavales “van a curiosear y experimentar a través de las pantallas“

Juan Arana, profesor de Arquitectura, reconoce que este colectivo es una pieza perdida en el diseño de las ciudades 

Los adolescentes, invisibilizados en la ciudad: "Hay demasiados centros comerciales y muy pocos parques y centros cívicos".

Los adolescentes, invisibilizados en la ciudad: "Hay demasiados centros comerciales y muy pocos parques y centros cívicos". / ShutterStock

Las grandes ciudades son hoy en día una ventana de oportunidades para millones de personas que disfrutan de sus mayores posibilidades laborales y su catálogo casi inabarcable de actividades culturales y de ocio. Esto, siempre y cuando no se encuentren en la adolescencia. Este colectivo encuentra en las grandes urbes numerosas limitaciones a la hora de disfrutar de su tiempo libre y socializar con sus iguales, puesto que carecen en muchas ocasiones de las infraestructuras adecuadas que satisfagan sus necesidades.

El profesor de Arquitectura de la Universidad CEU San Pablo Juan Arana considera que “los adolescentes son una pieza perdida en el diseño de las ciudades” y denuncia que “forman un colectivo que nadie quiere en el espacio público y se asocian con problemas, delincuencia, vandalismo, grafitis…”. Del mismo modo opina Diana Al Azem, educadora y fundadora de la plataforma Adolescencia Positiva, que apunta que los adolescentes “son invisibilizados, no sólo en las estructuras de las calles ni de las ciudades, sino que, en general, no se tiene en cuenta su opinión y no se les valora lo suficiente”.

"Los adolescentes son un problema porque en la actualidad el espacio público está mediado por el consumo"

Juan Arana

— profesor de Arquitectura de la Universidad CEU San Pablo

El entorno que se genera en las grandes ciudades, en las que los adultos productivos acaparan prácticamente todo el protagonismo, es un espacio que no tiene en cuenta a estos jóvenes que no poseen la capacidad económica suficiente para disfrutar de la mayoría de actividades que se ofertan. En este sentido, el profesor Arana apunta que “los adolescentes son un problema porque en la actualidad el espacio público está mediado por el consumo que hace que cinco chavales sentados en un banco comiendo pipas se vea como algo problemático o peligroso. Hay una desafección con el sistema que les echa la culpa a ellos”.

Sobre esto, Al Azem pone el foco en en la cantidad de lugares de consumo que se pueden encontrar en las ciudades, algo que muchos de estos chavales no pueden permitirse: “Creo que hay demasiados centros comerciales y muy pocos parques y centros cívicos donde haya unas mesas de ping-pong, una bolera o espacios donde los jóvenes se puedan reunir a jugar a juegos de mesa o zonas más recreativas para ellos. Porque al final, ves a muchos adolescentes sentados en los portales de los edificios. Algo que no les aporta nada”.

Gran parte del ocio en nuestra sociedad se ha convertido en un lujo al que no todos tienen acceso. “La entrada al cine en Madrid ronda los 10 euros y si compras unas palomitas y una bebida, ya es algo inasumible para un chaval. Un padre que tenga tres hijos gastaría unos 50 euros en poco más de dos horas. Las ciudades no están preparadas para los adolescentes ni para las familias con hijos de esas edades. Y el teatro ya, ni pensarlo”, declara la autora de ‘AdolescenteZ, de la A a la Z’.

Todos estos obstáculos empujan a los jóvenes a los márgenes de la sociedad y lo único que les queda es buscar la manera de divertirse en las calles y plazas de las ciudades, lugares donde tampoco son bienvenidos y no están mínimamente adaptados para ellos. Por no hablar de que, según señala Arana, “las calles se ven cada vez más como una fuente de problemas. Estar en la calle por estar en la calle cada vez se considera algo más extraño, salvo que estés haciendo deporte o turismo”.

Imagen de la Plaza Mayor de Madrid, donde no hay bancos para sentarse y sí numeorsas terrazas de bares.

Imagen de la Plaza Mayor de Madrid, donde no hay bancos para sentarse y sí numeorsas terrazas de bares. / ShutterStock

Así, los adolescentes buscan su refugio entre las aceras convertidas en lugares de paso y en las plazas, que también se han olvidado de ellos. Algo que queda patente, por ejemplo, en la falta de fuentes potables o en la disposición de los bancos para sentarse. “Algo tan simple como colocar los asientos de los parques en círculo en lugar de ponerlos tan alejados entre sí, permitiría que los jóvenes se reunieran en grupo”, sostiene Diana Al Azem. Tampoco las aceras son lo suficientemente anchas para poder ir paseando en grupo mientras se comparte una conversación.

“Colocar los asientos de los parques en círculo en lugar de ponerlos tan alejados entre sí, permitiría que los jóvenes se reunieran en grupo”

Diana Al Azem

— profesora y fundadora de Adolescencia Positiva

Sedentarismo y problemas con las pantallas

Pero vivir en un entorno que da la espalda a una parte de su población no es algo inocuo. De hecho, algunos problemas que padecen en la infancia o la adolescencia las nuevas generaciones se ven agravados, en parte, por las consecuencias de esta circunstancia. “La edad adolescente es una etapa en la que se necesita experimentar y curiosear mucho y si no existen los espacios suficientes para ello, los chavales lo harán a través de las pantallas, que para ellos son una ventana hacia el mundo exterior”, apunta Al Azem y alerta de que la falta de zonas para estos jóvenes provoca que pasen más tiempo delante de los dispositivos electrónicos.

Sara Jiménez Cacho, educadora social, terapeuta familiar y psicoterapeuta infanto-juvenil, advierte además del fácil acceso que tienen los adolescentes a ofertas poco saludables que ofrecen grandes cadenas como McDonald’s y lamenta que no existan oportunidades así que permitan desarrollar otro tipo de "actividades más proactivas y que ayudasen a su desarrollo evolutivo”.

Y es que, según Jiménez Cacho, fundadora de la empresa ‘Influye Bienestar’, esta parte de la población “necesita espacios para hablar de sus problemas, para socializar, adquirir habilidades sociales y sentirse que pertenecen al grupo de una manera sana”. De lo contrario, advierte “toda esa energía que les caracteriza se canaliza a otras actividades perjudiciales, como el consumo de alcohol, drogas o pequeños hurtos. Todas ella, acciones que les generan emociones que no pueden sentir en un entorno que no mira por ellos”.

Un eslabón invisible

En los últimos años, las ciudades españolas y europeas vienen realizando un trabajo para incluir espacios pensados para los más pequeños. “Los niños están casi desaparecidos en la ciudad, aunque se ha hecho un esfuerzo muy grande para incluirlos. En cambio, no se ha puesto el foco en los adolescentes, que son un eslabón entre la infancia y la adultez”, lamenta el profesor de Arquitectura.

“Los niños tienen actividades en familia. Pero los adolescentes necesitan cierta privacidad, un entorno seguro y autonomía”, apunta Arana y subraya que “la percepción de este colectivo en el espacio público es un problema porque tiene limitada su participación, su movilidad, porque no puede conducir y tiene una capacidad de consumo menor que los adultos y las familias”.

Para Jiménez Cacho, este sector de la población es el más olvidado de la sociedad y no se invierte en él lo suficiente, algo que contribuye a que los datos de salud mental y suicidios en la adolescencia sean “devastadores”. “Otros grupos, como la tercera edad, los adultos, las mujeres o la infancia están mejor atendidos por las entidades públicas, con actividades adaptadas, deportivas, culturales, de ocio…”, denuncia la educadora.

“Proyectos dirigidos para fomentar las discusiones sobre las cosas que les preocupan, talleres para trabajar la aceptación social, la seguridad en sí mismos, la propia identidad, proyectos que les ayuden a desarrollar adecuadamente las habilidades sociales y a resolver conflictos emocionales”, son actividades muy demandadas por muchos adolescentes, que además necesitan espacios para crear grupos de amigos, puesto que hay muchos jóvenes que se sienten solos”, describe la terapeuta familiar.

Jiménez Sancho alerta de que los datos de salud mental y suicidios en la adolescencia son “devastadores”.

Jiménez Cacho alerta de que los datos de salud mental y suicidios en la adolescencia son “devastadores”. / ShutterStock

El pueblo como entorno

Los chavales de la ciudad, queman las etapas muy rápido, incluso demasiado"

Diana Al Azem

— profesora y fundadora de Adolescencia Positiva

En entornos más pequeños, con menor número de población, los adolescentes se desarrollan con ciertas diferencias que pueden ser influyentes en su comportamiento y educación. Para Diana Al Azem, en estos lugares donde todo el mundo se conoce, hay más zonas verdes y amplias, los adolescentes pueden tener una infancia más sana: “Veo una gran diferencia entre los adolescentes de la ciudad y los de los pueblos. Los chavales de la ciudad, queman las etapas muy rápido, incluso demasiado. Empiezan a fumar antes, se relacionan con parejas a más temprana edad o comienzan a beber alcohol siendo más jóvenes”, señala. Esto, se debe, según Al Azem, a que en las ciudades hay más bares y centros comerciales y no existen espacios para disfrutar más del tiempo de la infancia.

Asimismo, Juan Arana menciona el problema de la sobreprotección de los padres en las urbes. “Mentalmente, un niño con doce años o incluso antes es perfectamente capaz de moverse por la ciudad y tomar sus propias decisiones. Sin embargo, los padres no les permiten salir por sí solos hasta que tienen catorce años y un móvil. Cuando nuestros abuelos eran niños tenían un rango de acción de manera autónoma mucho más amplio”, manifiesta.

Del mismo modo opina Sara Jiménez, que remarca que los adolescentes en la actualidad están geolocalizados y bajo el control exhaustivo de sus padres y madres. “Los pueblos son ideales para la etapa de la infancia, pero, bajo mi punto de vista, en la adolescencia necesitan algo más. Necesitan vivir nuevas experiencias y para ello requieren de nuevos estímulos y recursos”, detalla.  

“Los pueblos son ideales para la etapa de la infancia, pero en la adolescencia necesitan vivir nuevas experiencias y para ello requieren de nuevos estímulos y recursos”

Sara Jiménez Cacho

— educadora social

La ciudad de los 15 minutos

distancias caminables o en bicicleta de no más de 15 minutos desde cualquier punto de la urbe
La ciudad de los 15 minutos propone que la mayoría de las necesidades se sitúen a distancias caminables o en bicicleta de no más de 15 minutos desde cualquier punto de la urbe.

La ciudad de los 15 minutos propone que la mayoría de las necesidades se sitúen a distancias caminables o en bicicleta de no más de 15 minutos desde cualquier punto de la urbe. / ShutterStock

Para Juan Arana, este modelo de ciudad sería muy positivo para los adolescentes, porque trabaja sobre los entornos escolares, que es el primer espacio en el que los adolescentes comienzan a hacer una vida autónoma. “Poner el énfasis en los barrios, facilitar la peatonalidad y la movilidad sería beneficioso”, apunta y remarca la importancia de emplear los centros educativos más allá de las horas de colegio. “Una propuesta de la ciudad de los 15 minutos es que los centros escolares, en los horarios que no estén en uso (por las tardes o los fines de semana), se puedan convertir en centros de actividad para el barrio y lugares de reunión”. La misma idea defiende Diana Al Azem, que admite ver a chavales saltando las vallas de los colegios y los institutos para jugar al fútbol o al baloncesto: “Estos centros podrían dejar la parte exterior abierta para que los jóvenes pudieran aprovecharlas”.

Escuchar a los adolescentes

Tal y como señalan varios estudios, el 70% de la población mundial se concentrará en espacios urbanos en el año 2050. Esto significa que 6.790 de los 9.700 millones de personas que habitarán el planeta lo harán viviendo en ciudades superpobladas. A día de hoy, un tercio de la población en España se concentra en ciudades con una población superior a los 100.000 habitantes. Esto refleja un patrón de urbanización significativo en nuestro país.

Ante este escenario, resulta imprescindible poner la atención en los adolescentes y sus necesidades y para ello, tal y como defiende la educadora Sara Jiménez, es esencial preguntarles a los propios jóvenes y escucharlos con atención. Sólo así comprenderemos cómo les gustaría estudiar en los institutos y vivir en los barrios. Y de paso, lograríamos que se sintieran escuchados, valorados y vieran que su existencia en el mundo es importante para el resto.