La Antártida puede perder su neutralidad y su actividad exclusivamente científica

El cambio climático y la creciente demanda de recursos pueden llevar el Tratado Antártico a un punto de no retorno

En noviembre de 2003, un avión de pasajeros aterrizó en la Antártida por primera vez en la historia.

En noviembre de 2003, un avión de pasajeros aterrizó en la Antártida por primera vez en la historia. / Efe.

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe

El cambio climático y la creciente demanda de recursos está sacudiendo de la Antártida como continente neutral y exclusivamente científico. La rivalidad entre potencias ha comenzado a hacerse presente en las costas antárticas.

En un giro de los acontecimientos que marca una ruptura con una larga era de cooperación internacional, la competencia entre grandes potencias ha comenzado a hacerse presente en las costas antárticas, advierte la revista Foreign Affairs.

Durante décadas, el continente antártico ha sido un símbolo de colaboración científica y neutralidad política, gracias al Tratado Antártico de 1961 y sus acuerdos subsiguientes, conocidos colectivamente como el Sistema del Tratado Antártico.

Quiebra de la neutralidad

Este conjunto de acuerdos ha logrado mantener a la Antártida como un sitio internacional neutral, prohibiendo su uso para fines militares y promoviendo en su lugar la cooperación científica.

Sin embargo, este statu quo está comenzando a desmoronarse ante el cambio climático y el aumento de la demanda de recursos, lo que ha situado a la Antártida un punto de inflexión de consecuencias imprevisibles.

China, Irán y otros países están traspasando los límites de los tipos de actividades que se permiten en el continente y están contemplando futuras reclamaciones territoriales, señala FA.

China acaba de crear una quinta estación de investigación en la Antártida, después de que el año pasado anunciara planes para construir nuevas estaciones terrestres satelitales alrededor de sus instalaciones de investigación antárticas, según el Center for Strategic and International Studies (CSIS).

Por otro lado, el comandante de la marina iraní, Shahram Irani, ha anunciado planes para construir una base permanente en la Antártida, alegando incluso que Irán tiene "derechos de propiedad" en el Polo Sur.

Despierta el gigante

Todos estos movimientos han despertado al gigante americano dormido en la Antártida: Estados Unidos ha mantenido una presencia persistente en la región a través de estaciones de investigación, junto con campamentos temporales durante el verano antártico.

Aunque está permitido solo como apoyo a la investigación científica, el despliegue militar ha acompañado toda la historia reciente de la Antártida. Muchos países, entre los que se encuentran Estados Unidos, Reino Unido, China y Rusia (que ha hecho prospecciones en busca de hidrocarburos), tienen presencia militar en el continente.

Estados Unidos cuenta también con una presencia satelital significativa para apoyar las actividades científicas y logísticas en la región. Tanto esta red de satélites como la de China, que trascienden los límites antárticos, son susceptibles de uso militar.

Llega la competencia

La escalada de las potencias en la Antártida representa una ruptura significativa con la larga era de cooperación internacional que ha caracterizado al continente.

Materia inflamable hay: en un momento geopolítico cada vez más complicado, los juegos de espías están intensificándose en la Antártida. Recuerdan el ambiente que vivió el Berlín dividido entre potencias después de la segunda guerra mundial.

La ausencia actual de conflicto armado en la Antártida ha creado una falsa sensación de seguridad en una Antártida neutral y pacífica. Sin embargo, el statu quo es frágil. Todos estos movimientos afectan al Tratado Antártico, que puede resultar dañado hasta el punto de no retorno, sentencia FA.

Demasiados intereses en juego para que la ciencia pueda ser compartida sin más en interés de la humanidad. Se diluye la posibilidad de que la Antártida siga siendo una ventana abierta a la esperanza, como afirmaba el científico español, y profundo conocedor del continente, Javier Cacho.