Por desgracia ya acabó la fase final de la ACB. Y digo por desgracia porque ha sido un evento emocionante y divertido en el que los equipos que han participado nos han regalado momentos increíbles de baloncesto y los entrenadores, partidos que merecen un estudio táctico profundo para los que queremos seguir aprendiendo baloncesto. Y eso a pesar de que, después de varios meses sin poder tocar un balón, era previsible que los porcentajes de acierto de los jugadores no hayan sido los que nos tienen acostumbrados en circunstancias normales. La victoria final fue para Baskonia. Pero ésta no ha sido la única sorpresa que nos ha deparado el novedoso formato que la ACB planteó para dilucidar quién sería el campeón en esta temporada de la pandemia.

Todos los participantes han elogiado la magnífica organización de la competición, así que no queda otra que felicitar a la ACB y al Valencia Basket como anfitrión. Esta es la mejor manera de vender nuestro baloncesto y de captar nuevos adictos.

Es cierto que todos tenemos la costumbre de asociar las grandes ligas como competiciones de play offs. Que dos magníficos equipos compitan a ver quién gana más partidos en una serie a cinco como se hace aquí es fantástico. No digo nada de los play offs de la NBA, que son al mejor de siete partidos. Pero la base de lo divertido de unos play offs es esa, dos magníficos equipos muy parejos en talento y plantilla enfrentándose al mejor en una serie. Cuando esa competencia al mejor de varios partidos es entre equipos diferentes en potencial económico, pueden quedar muy desangelados a veces.

El formato excepcional que ha planteado la ACB ha sido un huracán de aire fresco que ha igualado las fuerzas y nos ha mantenido en vilo durante dos semanas y pico. ¿Quién de nosotros apostaría que en un play off a tres partidos San Pablo Burgos podría meterse en semifinales eliminando al Real Madrid? ¿O que Baskonia ganase en una final a cinco partidos a la mejor plantilla de Europa...?

No sé cuáles han sido las audiencias de estos partidos, detalle de gran importancia puesto que el dinero de la televisión es fundamental para mantener este negocio vivo. Pero insisto en que este formato ha traído igualdad, diversión y sorpresas. Y creo que esto merece una reflexión si queremos hacer un producto lo más atractivo posible. Sabemos que el formato de la Copa del Rey ha sido copiado por todas las ligas más importantes en Europa. O que la liga universitaria americana está estructurada a enfrentamientos a un partido. Incluso la Euroleague combina ambos formatos haciendo un play off a cinco partidos en cuartos de final pero decidiendo el campeón de la competición en una Final Four en las que semifinales y final son a un partido.

Todo lo que sea igualar fuerzas en competiciones donde hay enormes diferencias presupuestarias creo que es positivo y llama la atención del aficionado. En la NBA, por ejemplo, las franquicias se rigen por una serie de reglas salariales y de elección de jugadores a través de unos drafts que facilitan que haya mayor igualdad. Por eso es tan bonito ver competir a equipos formados por los mejores jugadores del mundo en esos play offs puesto que no todos los mejores jugadores están en los mismos equipos y se igualan las fuerzas.

Como bien sabéis, en Europa todo es diferente. Los equipos que están amparados por clubes de fútbol son los más fuertes económicamente y el resto tienen que usar otros caminos para competir que no sean fichar a los mejores del mercado.

Es eviente que yo no soy nadie para esto, pero creo que los dirigentes de la ACB sí deberían darle una pensada a esto que ha pasado por si hay alguna fórmula que pudiera aumentar el atractivo a su competición. Si ese atractivo aumenta subirán las audiencias y, como consecuencia de ello, también se generarán nuevos patrocinios y fuentes de ingresos que podrían hacer posible que se consiguiera que los mejores jugadores fuera de la NBA estén en España y que no estén todos en los mismos equipos. No sé si repetir el formato, no sé si combinar play offs y Final Four... pero sí creo que por lo menos el éxito rotundo de lo que hemos vivido a pesar de jugar sin público merece una reflexión de los que dirigen nuestro baloncesto.