Luis Aragonés pronunció hace unos años la mejor definición de lo que tiene por delante el Unicaja estos días. «Sólo vale ganar». Una situación límite que llega demasiado pronto aunque con un equipo plenamente capacitado para sacarlo adelante. En el Palau ante el Barcelona el equipo de la Costa del Sol demostró que está capacitado para empresas mayores de las que muestra su clasificación europea. Una situación propiciada sobre todo por dos situaciones: la derrota en Alemania, sin Caner-Medley, y esa canasta del Montepaschi en el último segundo en el Carpena.

El Bayern es un gran equipo con grandes jugadores, pero el Unicaja es mejor. Es cierto que los bávaros no han perdido ningún partido por más de 14 puntos pero también es cierto que fuera de casa sólo han ganado en Polonia. Con un comienzo fulgurante, 3-1, se han ido desinflando y encadenan cuatro derrotas consecutivas en Europa entre ellas una sonrojante en casa ante el Zielona Gora.

Caner-Medley debe ser el jugador del partido, el equipo notó su ausencia en Alemania y sus más de 15 puntos de media por encuentro deben ser determinantes. El juego interior verde debe imponerse con claridad. Sus pívots son muy buenos pero tienen problemas. Bryant tiende a cargarse de faltas lo que provoca que sólo juegue 19 minutos por partido y Thompson se muestra inconsistente tras su larga lesión. Hay que centrarse en ganar y si llega el basket-average bien y si no, a ganar en Siena.

El Bayern es un collage de buenos jugadores, de culturas y de pequeñas historias. Su base Schaffartzik es un superviviente. Con 13 años le diagnosticaron una leucemia. En el Hospital Virchow de Berlín, recibiendo quimioterapia, lo primero que hacía cada mañana era ver los videos de los partidos que su gran ídolo, Dirk Nowitzki, había jugado la madrugada anterior. Superar esta enfermedad le ha hecho un jugador mentalmente indestructible.

Nihad Djedovic es un niño de la guerra. Hijo de un comerciante de cigarros y de una camarera bosnia, su familia abandonó el país por la guerra para refugiarse en Múnich. Allí jugaba al fútbol. De vuelta a Bosnia probó con el baloncesto para convertirse en una gran promesa. En la NBA le comparaban con Jiri Welsch y acertaban, gran talento que nunca ha terminado de explotar.

Deon «Smooth» Thompson es el jugador que más partidos ha jugado con la prestigiosa Universidad de North Carolina, con 152, y Yassin Idbihi es un niño marroquí de Tánger que juega al baloncesto gracias al amor por este deporte de su abuelo y que tiene una curiosa manía: no sale al campo si antes no se ha lavado la cara tres veces con agua fría.