­Para ganarle al Real Madrid hay que jugar un partido casi perfecto. Eso, o tratar de convertir los 40 minutos en dos horas insoportables para el rival: incómodas, ásperas, llenas de tretas. Si pretendes ganarle al Madrid metiendo 90 puntos, tienes que bordarlo. Has de estar finísimo en tus porcentajes de tiro, has de cerrar bien tu rebote, no puedes desesperarte cuando vengan mal dadas ni, por supuesto, cometer pérdidas y errores estúpidos. Ese plan, ese mano a mano con el poderosísimo Real Madrid, no le salió bien al Unicaja. Los triples de Kuzminskas entraron, entraron y entraron... pero cuando se acabó la magia, cuando no hubo otras referencias en el juego de ataque, cuando tras una salida de tercer cuarto portentosa bajaron los porcentajes y se sucedieron las pérdidas de balón... entonces se echó de menos un «plan b», otro método, otro estilo, otras coordenadas.

Parece más sensato ganarle al Madrid planteando trampas, jugando un partido incómodo, feo y tosco, con faltas, no dejándole correr, tratando de ser más pillos que ellos. Porque ellos son más buenos, son más altos, tienen más talento, cuentan con más tiradores, tienen dos bases cojonudos y hasta Pablo Laso se permite el lujo de no dar ni un minuto a Taylor y Doncic, dejar sin vestir a Willy Hernangómez, y en Madrid, sin alta federativa, a Rivers y Ndour. Casi nada...

El Unicaja trató de jugar de tú a tú ante el Madrid, y eso es muy difícil. Porque aunque tengas acierto exterior y controles el rebote, como sucedió a ratos, siempre te va a salir una vía de agua. La de ayer fueron las pérdidas. Al descanso, el Unicaja había regalado 10 balones. Al final, 19. Eso son casi 20 ataques menos. O, lo que es lo mismo, 20 ataques más para el rival. O, en suma, la oportunidad de que te metan hasta casi 40 puntos más.

El Madrid «sólo» ganó por 26 (62-88). Que fueron muchos más de los que mereció, en realidad. Porque aunque perdía por nueve (34-43) al descanso, la salida a pista verde en el tercer parcial fue encomiable. El equipo, herido, tiró de raza. Alberto se atrevió a lanzar, Nedovic anotó el único triple malagueño en toda la segunda parte, Fran Vázquez se animó... y el parcial fue colosal: 13-0. El Madrid se veía por debajo (47-43), desarmado, sin argumentos, tras salir dormido del descanso, como si pensara que el partido estaba ya decidido.

Y el Unicaja, al que se le ha achacado en largos momentos del curso carecer de amor propio, dignidad y autoestima, demostró que, durante estos dos últimos meses, sí que ha recuperado argumentos. El problema es que no hay tanta cera como para hacer arder al Madrid durante 40 minutos. Ese arreón de orgullo malagueño lo cortó de raíz el conjunto de Pablo Laso, con Chus Mateo como segundo.

Al Unicaja se le hizo ya largo el tercer cuarto. Comenzó a carburar el Madrid, un martillo pilón para un Unicaja aún desnutrido. Le perdió la cara el Unicaja al partido. Los cambios defensivos no se leyeron bien y el talento madridista erosionó irremediablemente al equipo de Joan Plaza que, para colmo de males, no tuvo ayer a varios jugadores importantes disponible.

Vestir se vistieron, pero lo de Marcus Nelson hizo ayer daño a la vista, por desgracia. Y con Alberto al frente no le bastó al Unicaja. Sergio Rodríguez, Sergio Llull... En el triple, Carroll y Rudy Fernández acudieron al rescate del Madrid, y al Unicaja que había llegado al descanso con un increíble 6/11 (55% en el triple), se le encogió la mano. Lo dicho, un único triple en todo el segundo tiempo, a comienzos del tercer cuarto, de «Nedo». Kenny Hayes estuvo desconocido, Díez no entró nunca en partido y Jackson hace tiempo que no está en la cabeza de Plaza.

En el último cuarto se repitió la historia que hemos visto tantas y tantas veces esta temporada, pero que hacía ya algún tiempo que no sucedía. El Unicaja bajó los brazos. El sonrojante 7-28 de los 10 últimos minutos indica el abandono de los puestos en el campo de batalla. Cada cual hizo la guerra por su cuenta, para deleite de las jóvenes gargantas madridistas que se desgañitaron en la recta final y que llenaron el Martín Carpena en la matinal dominical.

No hubo Unicaja en el último cuarto, pero no hay que quedarse con ese doloroso 62-88. No sería justo. No estuvo tan horrible el Unicaja, aunque el electrónico sea sonrojante y apabulle nada más verlo. La racha verde sigue siendo fabulosa: ocho victorias en los 10 últimos partidos ACB. Toca hacer borrón. Urgentemente. El miércoles hay que jugar en San Sebastián. Un rival ya descendido. Y toca ganar.