Sin un mínimo de espacio vital ni un solo hueco para el descanso, estos migrantes recién desembarcados de una dura travesía han pasado otra mala noche, hacinados en un centro de acogida de la isla italiana de Lampedusa. Un centro de 400 plazas desbordado con casi 7.000 personas. El inmenso esfuerzo de la Cruz Roja por atenderles no frena las tensiones que genera esta crisis humanitaria. Nunca antes en esta isla, puerta de entrada a Europa, habían visto la llegada masiva de barcos, más de 120 en los últimos dos días, con miles de migrantes que colapsan los muelles y protestan contenidos por la policía. Una tensión que salta también a la hora del traslado, que prioriza a familias y menores. Caos del que escapan con apenas un botellín de agua y, como destino, la ingenuidad de caminar por una isla de solo 20 kilómetros cuadrados, donde todavía quedan vecinos solidarios que acunan bebés y curan a los heridos.