Este carnaval está siendo para un servidor uno de los más apasionantes. Lejos han quedado ya los años en los que salía con mi comparsa. El año del pase a la final por primera vez, el del primer premio, etc. Fueron carnavales que marcaron a fuego mi corazón. Pero este que estoy viviendo es sin duda el que más experiencias, negativas y positivas, me está aportando.

Cuando acepté este reto de cubrir el carnaval con mis crónicas, mis aportaciones a Twitter y mi opinión personal sabía que generaría todo tipo de opiniones una vez que las agrupaciones se vieran valoradas de forma pública. Siempre que algo se expone debe atender a críticas positivas y negativas, también mi trabajo. Mi condición como persona que nunca dirá algo que no piensa ha influido en todas las crónicas y en todos los tuits que he ido publicando. Eso no gusta, menos del que se habla bien.

Tras todo esto, me llega una imagen del carnaval de Málaga que, pese a no tenerla muy diferente previamente sin tanto contacto directo, me confirma que está inmerso en una burbuja de la que no quiere salir. Un autor de carnaval tiene una libertad para escribir un repertorio donde tiene muchas opciones de reflejar su opinión sobre el tema que le plazca. Hemos visto a comparsas y murgas cantarle a la gestión del Ayuntamiento, a la Junta, al propio carnaval, a temas sociales, etc., pero una persona no puede, mediante un medio con difusión, exponer su crítica a un espectáculo que ha visto de principio a fin. Eso es una enfermedad de nuestra fiesta. No existe capacidad de autocrítica, de ser capaz de ver que lo que te están diciendo puede o no puede tener razón. En ningún momento mi crítica representó un ataque personal o a un grupo en concreto. Al menos mi conciencia está tranquila en ese aspecto.

Tenemos un concurso de carnaval con muchos grupos pero con un nivel ínfimo. Sí, no se cuantas agrupaciones, pero ¿para qué? Vamos a ver en el Cervantes agrupaciones que no debieran estar ahí. Ojo, y viceversa. Me faltan las murgas del Varilla y del Yuyu, clarísimas semifinalistas, pero eso es cuestión de puntos y objetividad de un jurado. Volviendo al nivel. ¿De qué sirve tener un concurso con tantos grupos, si ni tres partes del mismo tiene calidad? ¿No tendremos que hacer autocrítica y ver por qué pasa esto? Ha habido grupos cuyo trabajo previo era mínimo, por no decir otra cosa. No se trata de ser buenos o malos, se trata de dignidad. ¿Queremos esto para nuestra fiesta?

Al nivel se le añade el relevo generacional. No se dónde estaremos dentro de diez años, pero como los que escriben ahora los premios de podium se cansen de nuestras finales van a ser de traca. Y es que no viene nadie detrás. Tenemos una ciudad con una capacidad de regeneración increíble, hemos sido capaces de instaurar una fiesta como Halloween en cosa de cuatro años. Somos capaces de llenar un auditorio enorme como el de Torremolinos cuando vienen las cuatro agrupaciones más punteras del carnaval de Cádiz. Pero no somos capaces de hacer cantera de nuestro propio carnaval, a excepción de lo que hay, que no es poco, pero tampoco suficiente.

¿Hay solución a todo esto? Claro que la hay. Está claro que el funcionamiento del Carnaval estos últimos años dista muchísimo de lo que antes teníamos, (hombre, ¡como para que fuera a peor encima!) pero en ciertos aspectos no es suficiente. El nivel depende de los grupos en gran parte, pero también depende de la dureza del concurso. Es decir. Si las normas se endurecen para, por ejemplo, acortar el pase a las semifinales y final, los grupos por ende trabajarán más. No es lógico que un carnaval como el de Málaga tenga una final de 5 grupos en comparsa y murga con el nivel que existe. Tampoco es lógico que una semifinal tenga 8 grupos y un día de diario acabe cerca de las dos de la mañana. No tiene lógica ninguna. Para la cantera: hay muchísimas opciones de acercar el carnaval a la juventud. Lo que está claro es que la juventud no se acerca a él; pues que seamos nosotros los que vayamos a ellos. Hay muchas más cosas que se podrían hacer: concursos de agrupaciones infantiles y juveniles, talleres, etc. pero bueno, que esto no quede en un simple papel. Mi disposición queda para ayudar en lo que personalmente pueda.

En definitiva. Un carnaval que, a día de hoy y como está, tiene fecha de caducidad. Al menos para seguir siendo un carnaval de calidad, que de momento tampoco lo es. El día que consigamos que los autores se autocritiquen y evolucionen, que la fiesta llegue a los más pequeños de la ciudad y que el concurso propicie, en sus posibilidades, que el nivel de las agrupaciones suba, estaremos ante un carnaval a la altura de una gran ciudad. Mientras, seguiremos atacando al que expresa su opinión, seguiremos con una cantera mantenida por los mismos de siempre (y que siempre sigan, pase lo que pase), y con un nivel que de la parte media baja de la tabla es espeluznantemente malo. Lo siento. Con Momo.