Diego Gallegos bien podría ser el ídolo de todos los aficionados a disfrazarse de chefs de alta cuna los fines de semana, para salir de la habitual rutina del filete ruso con salsa a la pimienta y el arroz cardoso pasado de roscas. ¿Por qué? Una receta típica de Gallegos podría sucederse de una manera tan innovadora como extravagante. Tan felizmente inverosímil como coger ingredientes aparentemente incompatibles y unirlos todos bajo una cama de huevas de esturión en un feliz matrimonio que crea la antesala a un sacudido de temblores orgásmicos, cuando la explosión de aromas llega a las papilas gustativas.

Aplicar la tradicional matanza del cerdo al esturión, hasta obtener una morcilla que tiene su base en el caviar de Riofrío, conocido por haber dejado en la cuneta a su homólogo iraní hace ya tiempo. Como la revolución de Jomeini hizo con el Sha. Eso también es Gallegos. Apenas un año ha pasado desde que abrió su restaurante en Benalmádena. Ayer fue galardonado con el premio de Cocinero Revelación Madrid Fusión, el distintivo de mayor rango que se reparte en España. En sus recetas, Gallegos soluciona contradicciones de una manera tan armónica como fumar la pipa de la paz en una reserva de la Arizona profunda, y con Winnetou hablándole a Old Shatterhand. Es por ello porque todo el mundo que se lo pueda permitir en Málaga, está empezando a caer en una especie de locura transitoria por probar una de sus creaciones. Hasta tal punto, que El Sollo se trasladará el próximo 23 de febrero a un espacio más amplio. A la Reserva del Higuerón. En la percepción colectiva de los sabiondos de la alta cocina, el estilo de este andaluz de origen brasileño, ya se ha implantando como algo verdaderamente único y exclusivo en todo el mundo.

A golpe de lo que se podrían considerar verdaderos proyectos de I+D+i. Este cocinero utiliza unos métodos altamente sofisticados para ensamblar sus platos. No se aprenden en ninguna carrera de ingeniería, ni responden a ninguna ley física de la gravedad, sino que surgen del indomable afán por sacar nuevas combinaciones de sabores, jamás experimentadas hasta el momento. «No es habitual encontrar un cocinero especializado en un solo producto. Menos, aún, en peces de río», fue el veredicto de los jueces encargados de dictar sentencia en Madrid Fusión.