La repesca de Piedras en Archidona Cinema supone, inevitablemente, que haga la vista atrás a su intensa trayectoria. ¿Cómo la definiría? ¿Momentos álgidos y momentos bajos?

Piedras fue el pistoletazo de salida a una época llena de contradicciones, tan mágica como desproporcionada, a partes iguales embriagadora y cruel. Tras Hongos (1999), mi primer y único cortometraje, que se convirtió en uno de los más premiados, en menos de un año estaba rodando mi primer largo, que se estrenó en la Berlinale, en 2002. Tenía 27 años. Durante los tres años siguientes viajé acompañando a la película por festivales de todo el mundo, no quería perderme nada. Creo que no supe separarme de Piedras a tiempo, soltarla de la mano para que ella sola completara su viaje. Cuando quise volver a una nueva historia había pasado demasiado tiempo; los periodos entre una película y otra son importantísimos, probablemente la constancia define más tu carrera que tus propias películas.

¿Y qué ocurrió?

Que perdí importantes oportunidades de carácter internacional, la posibilidad de colaborar con gente importante... Cuando quise retomar, lo hice de manera precipitada; tenía tres historias grandes, de presupuesto y producción y 20 centímetros fue la que primero vio la luz al ser la más factible. Mis prisas por rodar me llevaron a no tomarme el tiempo para descubrir que los productores con los que me decidí a trabajar fueron el peor error que he podido cometer en mi carrera.

Pero tiene usted fama de indómito, de difícil trato con los productores...

Las cuatro personas que formaban Alligator Producciones son los únicos con los que he tenido disputas en toda mi carrera. He trabajado con Alquimia Cinema, con el Grupo Zeta, Antena 3 Films y Globomedia, he colaborado en el guión de un filme de Gabriele Salvatores... Con todos estos productores y directores he trabajado desde la colaboración y el respeto por lo creativo. Mis disputas con Alligator Producciones llegaron a los tribunales, básicamente porque ellos decidieron de manera unilateral no pagarme mi sueldo.

Ha ganado el juicio finalmente, ¿verdad?

Sí, gané el juicio, lo que no significa que haya cobrado, y sus contrademandas han sido desestimadas; alegaban entre otras lindezas que les había colado una película pornográfica sin que ellos se hubieran dado cuenta; es decir, que lo descubrieron el día del estreno. Efectivamente, a lo largo de estos años, cuando he ido a otras productoras, en todas me preguntan por el suceso con Alligator Producciones y hacen referencia al rumor sobre mi carácter imposible y mi resistencia a colaborar. En ninguna sabían que había ganado un juicio contra todas las barbaridades que tuve que soportar.

Ahora que hay distancia prudencial, ¿cómo evalúa su experiencia con 20 centímetros?

Fue, a partes iguales, una experiencia creativa alucinante, en la que la imaginación tuvo que multiplicarse por mil para conseguir lo que queríamos, un equipo en rodaje que lo dio todo y más para hacer aquello realidad; y la experiencia más dolorosa y desasosegante que he vivido a nivel cinematográfico. Cuando la barbarie y la estupidez se instalan en un proceso creativo, estás perdido. Eso sí, aprendí una gran máxima: antes que hacer cine de la mano de estúpidos, prefiero no hacerlo. Esperaré el tiempo que haga falta, pero haré las películas que quiero hacer.

Acaba de terminar el rodaje de 10.000 noches en ninguna parte. ¿Qué nos podemos esperar?

10.000 noches en ninguna parte cuenta el gran viaje de la vida, sobre sus diferentes trayectos dependiendo de las decisiones que tomemos, y sobre lo que nos define como individuos: la memoria. No sé si haré muchas más películas, lo que sí sé es que esta es la película de mi vida.

Parece que se ha preocupado mucho por que la trama y el rodaje de la película se beneficien de cierto aura de misterio, de secretismo. ¿Ha sido consciente?

El rodaje de 10.000 noches… ha llevado más de dos años, hemos rodado en Berlín, París y Madrid y hemos conseguido retratar las cuatro estaciones del año; hay verano y nieve. La historia ha ido encontrándose a sí misma a lo largo de estos dos años, sin prisa, dejándola reposar y, sobre todo, escuchándola, atendiendo a sus necesidades. No es secretismo, es lo que la película necesita, su ritmo, sus recovecos, su pulso. Ahora, sentado en la mesa de montaje frente a la película, me emociona muchísimo haber mimado este recorrido. He descubierto que adoro crear sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Llama la atención el método empleado en 10.000 noches... a la hora de abordar la composición e interpretación de los personajes. ¿Puede profundizar en ello?

Los actores sólo pudieron leer el guión completo una sola vez, en mi casa, uno a uno. Los sentaba en mi sofá, los dejaba el tiempo que hiciera falta; luego se marchaban dejando el único guión que existió. Es así como cada uno ha trabajado desde la memoria, el tema principal del filme, con el único recuerdo de una sola lectura. En la siguiente fase trabajamos con extensas y elaboradas biografías, a lo largo de un periodo de ensayos e improvisaciones para conseguir un profundo conocimiento de los personajes antes de enfrentarnos al rodaje. Eso nos ha permitido rodar lo previsto y lo imprevisto; he tenido la suerte de trabajar con unos actores en estado de alerta para que no se escapara la magia.

¿Qué actores componen el reparto?

Entre otros, Susi Sánchez, Najwa Nimri, Lola Dueñas y los noveles que darán que hablar Rut Santamaría, Paula Medina y Manuel Castillo. Y he tenido al mejor compañero de viaje, el que ha traducido mi viaje a través de sus ojos, el que ha estado de la mano desde el principio hasta el fin, Andrés Gertrudix, el protagonista, el que decide ir a buscar los lugares por los que nunca antes pasó, los lugares vacíos que le siguen esperando.

Fue nominado al Goya por su guión de Tres metros sobre el cielo, y ha preparado el libreto de su continuación. ¿Le resulta difícil compaginar los trabajos de encargo con las obras más suyas?

Ha sido apasionante el ejercicio de la adaptación, atender a diferentes puntos de vista sobre una historia y un proyecto común. Escribir para un director, sobre el punto de vista de una novela ya existente, para unos productores con un producto en mente, y en medio de todo esto dejar mi semillita. Un gran trabajo de colaboración, de dejar atrás egos y mierdas; me he sentido parte de un engranaje y me ha gustado. El éxito de 3 metros sobre el cielo me ha permitido financiar mi propia película. Con el dinero que gané del taquillazo, en vez de comprarme una casa, decidí alquilar un poquito de memoria que se llamará de por vida 10.000 noches en ninguna parte.