Al disparate que vivimos semanas atrás con la falsa inauguración del Museo de las Gemas en el edificio de Tabacalera, un museo que nadie en el mundo de la cultura apreciaba ni esperaba, salvo los responsables municipales de esta ciudad (ya que los mandatarios del Ayuntamiento de Valencia nos habían mandado el proyecto con un lazo y una borla para no verlo nunca más), se suman las declaraciones del director del Museo del Automóvil de Málaga esta semana. Joao Magalhaes se quejaba del poco apoyo institucional y financiero que el Ayuntamiento de Málaga estaba aportando al Museo y estaba dudando si llevarse la colección nada más y nada menos que a los Emiratos Árabes. Yo, que recientemente escribía un artículo sobre lo que gratamente me sorprendió este Museo y sobre lo bueno que es tener una colección así en la ciudad, ahora también opino que no es absolutamente imprescindible disponer de este museo en Málaga y que si el señor Magalhaes nos va a tener asustados de vez en cuando con llevarse sus coches a otro sitio, entonces ya no compensa tanto el museo de los coches bonitos.

A raíz de mi artículo publicado el pasado mes de noviembre, recibí el comentario de un especialista en automóviles, un apasionando de este mundo que ha realizado una ardua tarea de investigación con las piezas únicas de la colección que el señor Magalhaes expone en el Museo Automovilístico de Málaga. Además de denunciar el estado de conservación de algunos vehículos y la forma en la que se han restaurado algunos otros, el señor José Francisco Muñoz Antivón en su blog –http://museoautomalaga.blogspot.com.es– destaca que muchas de las informaciones que se ofrecen acerca de los vehículos de la colección son inexactas, incorrectas, erróneas y poco documentadas. Por tanto, el señor Magalhaes, antes de solicitar más recursos económicos a la ciudad, debería dedicarse a tener su colección bien a punto, sobre todo si recibe la cantidad de visitantes que dice el museo que recibe.

Otro de los recintos que ha estado en el ojo del huracán estos días ha sido el Museo de la Aduana. Y lo llamo así porque así lo reivindicamos muchos malagueños que salimos a la calle hace años a reclamarlo. En Málaga solemos tener la mala costumbre de no tener demasiado autoestima y pensar que todo lo que viene de fuera es mucho mejor. No hacía falta decir en campaña electoral que el Museo de la Aduana sería una subsede del Museo del Prado al igual que tampoco hacía falta llamarlo Museo de Málaga y que nadie supiese a qué museo nos referimos cuando lo nombramos. El antiguo Museo de Bellas Artes de Málaga disponía en el Palacio de Buenavista de una colección maravillosa, muchos fondos en gran medida provenientes del Museo del Prado que, al poseer tanta obra, tenía cedida parte de ellas a algunos museos provinciales como el de Málaga o el de Sevilla. El Bellas Artes de Málaga, que así se llamaba antes de que Christine Picasso se enamorara del edificio (ya se podía haber enamorado directamente de la Aduana y nos habríamos ahorrado todos estos disgustos), era un museo con entidad propia y, al rehabilitarse el magnífico Palacio de la Aduana, el nuevo museo podrá tener una entidad propia y singular muy característica; depende de a quien se le encargue la gerencia y atendiendo a la calidad de sus exposiciones temporales y de sus actividades culturales, el Museo puede tener una proyección muy destacada en la ciudad y fuera de ella. En cambio, cuando la gente visite El Prado pequeñito va a comparar con el gran Museo de El Prado y el resultado siempre será demoledor. No hay necesidad de construir una franquicia y espero no ver por su cafetería paseando a Ronald McDonald. Al igual que no hay un Museo del Louvre en Toulouse o un destacamento del Pérgamo en Hannover, hagamos que el Museo de la Aduana sea grande por nosotros mismos.

El Museo Carmen Thyssen parece reconducir su rumbo con las exposiciones temporales y hoy domingo celebra su primer aniversario con una jornada de puertas abiertas donde pretenden aumentar los 210.000 visitantes que han tenido durante el primer año. El viernes se espera que la baronesa inaugure su nueva exposición, Paraísos. Hay museos de los que los malagueños apenas nos acordamos porque parecen inexistentes como el Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM) o el museo del pintor malagueño Revello de Toro, dos grandes infraestructuras culturales infrautilizadas e infravisitadas que la ciudad construyó en sus años dorados y que bien servirían para albergar contenidos culturales más dinámicos y creativos que los actuales.