El piano del italiano es contemplativo, meditabundo y, sobre todo, explorador de una belleza simple pero no fácil. El discípulo de Luciano Berio –nada que ver con la música del maestro de la contemporánea– se presentará en solitario, sólo con sus teclas blancas y negras, hoy en el Teatro Cervantes.

¿Cuál fue la principal enseñanza que le ofreció Luciano Berio? ¿Cree que a Berio le gustaría la música de Ludovico Einaudi?

Para mí es muy importante cómo Luciano Berio me ha transmitido la relevancia de estar en contacto continuo con otras culturas. Es muy importante para mí unir diferentes elementos, beber de diferentes fuentes. También aprecio mucho su manera de llegar al interior del alma, sin quedarse únicamente en la superficie. Es difícil saber si a Berio le gustaría la música que yo hago. Venimos de momentos históricos diferentes... La época de Luciano Berio estaba terriblemente afectada por la guerra, y eso se reflejaba claramente en la expresión artística. Yo he crecido en otra realidad, y mi música no está influenciada por los mismos acontecimientos.

Su música suele ser alabada en los círculos de new age y muchos oyentes la usan para sus momentos más tranquilos y contemplativos. Es un ámbito éste que suele ser masacrado por la crítica, que desprecia la música agradable o audible en favor de la experimentación más ruda y ruidosa. ¿Lo ve usted así? ¿Por qué ese desprecio?

Yo mismo no soy seguidor de la new age. No siento ninguna atracción por algunos aspectos de esta música. Entiendo que en su origen era una música muy ligada a diferentes aspectos de los planetas, de la tierra, del cosmos... Y esto es realmente bello. Pero luego pasó a ser un tipo de música muy superficial y vacío, para fines comerciales, para la meditación... En definitiva, no me siento nada ligado a la new age, ni encasillado en un único estilo de música.

En sus conciertos en solitario Keith Jarret suele introducir en el contrato que si escucha algún sonido molesto de la audiencia, él puede levantarse del taburete y dar por finalizado el recital. ¿Llega usted a ser tan exigente como él?

No, yo no soy tan exigente, pero comprendo perfectamente lo que siente. Cuando estás sentado al piano, especialmente en piano solo, necesitas un alto nivel de concentración. Casi exclusivamente estás mimetizado con la pieza y con el ambiente, casi con la mente en blanco. Cualquier ruido puede llevar tu mente a otro estado, y ponerte a pensar, y esto puede ser perjudicial para la ejecución del concierto. Pero, evidentemente, estamos compartiendo algo con el público. Público y músico hacen una simbiosis insustituible, si no sólo publicaríamos discos. Respeto al público y por eso no soy tan exigente como Keith Jarret.

Desde la irrupción del minimalismo cada vez más músicos cultivan la clásica desde una óptica más pop o aceptable por el pop (pienso en algunas excursiones electrónicas de John Adams o en el trabajo de nuevos compositores y arreglistas como Nico Muhly o Max Richter). ¿Es enriquecedor? ¿Está siendo bien asumido por los oyentes de la clásica más tradicional?

Pienso que no se trata tan sólo de cultivar la clásica desde una óptica más pop... Se trata más bien de un proceso natural de evolución histórica. Cada momento comunica elementos diferentes... Por ejemplo, yo nunca he tomado la música de otros y la he introducido en la mía. Pero es innegable que en mi música hay una gran influencia de los sonidos clásicos de los que he bebido, pero también hay una gran influencia del nuevo mundo en el que vivimos, en el que están los sonidos pop.

Siempre hago esta pregunta a los compositores/instrumentistas. ¿Hay una lucha entre ambas facetas? ¿Se siente usted más experto como compositor que como instrumentista, o tiene asumidas sus limitaciones en ambos ámbitos?

Ambas facetas son absolutamente complementarias en mi carrera. Componer es una lucha interna, un encuentro con uno mismo. Luego está el estudio, donde expones el trabajo realizado. Y por fin, el escenario, donde compartes la música con el público. Adoro todo el proceso y no encuentro ninguna lucha entre las diferentes partes.

¿Qué escucha Ludovico Einaudi? ¿Tiene algún placer culpable, alguna música que le encante y que sea generalmente considerada como poco aceptable por los expertos?

Lo que más me gusta es experimentar. No escucho ninguna música en particular. Escucho lo que voy encontrando por ahí... Mucha gente me da cedés para que los escuche, y a veces descubro cosas sorprendentes. Para que se haga una idea, mi iPod está en modo shuffle, aleatorio, y él decide por mí lo que voy a escuchar.

¿Cómo ha influido el rock, una de sus pasiones confesas, en su concepción de su música propia?

En estos momentos no me encuentro muy entusiasta en cuanto a lo que está sucediendo con la música rock. Tengo la impresión como de que algo se ha terminado... Al mismo tiempo, sí que ha influido en mi concepción de la música, especialmente el modo en el que el blues ha tomado la herencia del folk africano, etc.

¿Cómo han influido los nuevos formatos de audición, el mp3, y sus soportes en el proceso de escuchar y sentir la música?

Me gustan los nuevos formatos. Es cierto que no me gusta escuchar la música con cascos, pero tampoco me gusta que los objetos tengan límites. El iPod tiene sus limitaciones, evidentemente, ¿pero acaso no los tenían los cedés? ¿O los casettes? El iPod es un objeto muy manejable para transportar. Steve Jobs hizo un gran trabajo.