Adelante. Vamos allá... No, un segundo. Tengo que respirar hondo. Pensar bien lo que escribo. Pero a la vez... La forma más elegante de hacer una crítica de El sexo de los ángeles es proponerle a su autor dos títulos alternativos: Me siento extraño/a (es una droga sexual) o Jules, Jim (y Rai). Luego está la forma menos discreta, claro. A las claras: creo que esta película se ha reído de mí. Aunque yo también me he reído un poco de ella, la verdad. Porque la cantidad de despropósitos, de diálogos estúpidos –«Déjalo». «No puedo. Lo necesito. Es como una droga». «¿Sexual?». «Sexual»–y de interpretaciones de primero de carrera da para un clásico trash. Pero hace falta un punto más de sinvergonzonería para llegar hasta lo más bajo. Y mérito también, claro que sí.

¿Esto es una comedia o una defensa en tono supuestamente fresco y ligero de la libertad en las relaciones afectivo-sexuales? Pues yo no tengo ni idea, la verdad. Y creo que el director tampoco. Este Soñadores, de Bertolucci, mezclado con Al salir de clase –perdón, Al salir de la redacción (del gratuito molón)– y folletines de segunda, quizás busque mostrar cierto atrevimiento en sus planteamientos argumentales –alguna señora con pelo lacado se escandalizará– pero si uno escarba sólo encuentra contradicciones: ¿por qué sólo hay franqueza en las escenas sexuales hetero y las homo se quedan en besos? Para esto me veo otra vez la peli de la Dúrcal y la Rey.

Añádanle al asunto rollito okupas, breakdance, periodistas jóvenes sin blanca que tienen una redacción gigantesca y un actor secundario que es igual a Sacha Baron-Cohen y tendrán... Si usted ve la película, defínala. Yo tengo que dejarlo aquí. De lo peor que se ha visto en la historia del Festival de Málaga, aunque, claro, sin llegar al inalcanzable podio, Diario de una becaria. Reflexión final: «Abre tu mente y descubrirás, lo que disfruta la gente de la vida» –Merche dixit–.

El sexo de los ángeles

Director: Xavier Villaverde

Reparto: Astrid Bergès-Frisbey, Álvaro Cervantes, Llorenç González