Lola López Mondéjar (Molina de Segura, 1958) sigue mirando con lupa las relaciones humanas de hoy en día para transformarlas en una ficción con la que el lector se podrá identificar y reflexionar. Las relaciones familiares y las de pareja centran los dieciséis intensos relatos de «Lazos de sangre».

Regresa al género del relato, después de Mi amor desgraciado, ¿tenía cuentos seleccionados o le han surgido estos dos años?

Para mí son dos procesos muy distintos y, de hecho, algunos relatos los escribí al mismo tiempo que la novela, por lo que la aparcaba y me ponía con ellos. Los relatos son muy imperativos, si tengo uno, lo tengo que escribir, porque, a diferencia que en la novela, es una creación más impulsiva. Otra cosa es ordenarlos para publicarlos.

En este caso, ha optado por dos partes: unos cuentos más extensos y relatos muy breves.

Los primeros ocho cuentos me centro en las relaciones estrictamente familiares y en la segunda, en las relaciones de pareja, personas que han elegido, pero, por su elección, en su futuro entrarán en la dinámica de los protagonistas de la primera parte de los relatos.

La familia, las diferentes relaciones entre sus miembros, centran estos relatos. ¿Ha conseguido retratar todas esas posibles relaciones?

Es imposible... la relación entre literatura y familia está tan unida como esos lazos de sangre, es inagotable. A mí me interesa hablar de las relaciones contemporáneas, de lo que sienten y gozan los personajes, de lo que somos los seres humanos de hoy. A medida que te haces mayor, la vida te va dando más motivos de inspiración alrededor de este tema tan literario.

En Mi amor desgraciado desmitificaba el papel de la madre, ¿en Lazos de sangre va un poco más allá hablando de la familia?

Sí aparecen los vínculos familiares, sus distintas relaciones, pero en este libro hay más ternura; la novela era más descarnada, porque retrataba el aspecto negado por la sociedad, en estos relatos también quería acercarme a aquello que la sociedad acepta y destaca, como el amor entre padres e hijos, por ejemplo.

La protagonista del relato que da título al libro mira para otro lado, ¿es muy común?

Ella no puede intervenir o no quiere. El individualismo nos ha ayudado a lograr ciertas libertades, pero ha conllevado también la falta de solidaridad. Si te molesta lo que presencias, lo evitas.

Las madres son siempre las culpables y Éramos competentes en el trabajo y queríamos a nuestros hijos. ¿Se podía pedir más?

La primera es una evidencia de las madres culpógenas, un mito por culpa de las expectativas que hay en torno a la figura materna, que habría que revisar. «Eso es una madre», «Eso es por culpa de su madre», decimos constantemente. ¡La madre es una mujer! Y la hacemos culpable de todo lo que sucede a sus hijos. Con la otra frase y su contexto quería señalar el acomodamiento del bienestar, como si trabajar y tener hijos fuera todo; y no es así. Mi protagonista está insatisfecha, pero no cambia, está avergonzada de su propia cobardía. Y yo creo que hoy en día ser cobarde es un delito, es un delito contra la vida, porque la vida es arriesgarnos. Para estar contentos tenemos que ser valientes.

En El pacto habla de la crisis y el cambio climático. ¿Se le cuela la actualidad en la ficción?

La actualidad habla por mí. Estoy decepcionada con el rumbo que ha tomado el mundo, que era mucho mejor cuando yo era joven; ahora parece que no hay esperanza.